16/12/2018, 18:42
Cuando Hanabi alzó la cabeza, y clavó sus ojos crepusculares en los de Datsue, lo supo. Supo que Hanabi iba a matarle. Que atravesaría su pecho con una mano y le arrancaría medio corazón. Que lo haría con tacto, con remordimientos incluso, pero que lo haría. Y no existirían excusas ni lamentos que aliviasen su dolor.
El Uchiha se equivocaba, claro. Hanabi no solo le arrancó medio corazón, se lo arrancó entero. Pero lo hizo poco a poco, trozo a trozo, para que su cuerpo se confiase y no se desmayase en un mecanismo de autodefensa para huir de semejante calvario de golpe.
Primero, le hizo ver que Aiko estaba muerta. El hecho de que la última vez le hubiese asegurado que, de haber avisado a tiempo, hubiese intermediado por él, hizo el golpe todavía más contundente. Le habían dado la mano para ayudarle a levantarse, pero en realidad era solo para tumbarle de nuevo de un sonoro cabezazo.
¿Qué estaba muerta? En realidad no, y ese era el problema. De haberlo estado, hubiese tenido un tiempo de duelo. Hubiese llorado su pérdida. Y finalmente, hubiese dado un paso hacia adelante, sin querer volver a mirar atrás. Pero no lo estaba, y eso era lo que le mataba por dentro.
¿Qué se olvidase de ella? Los Dioses sabían que lo había intentado. De mil formas, algunas mezquinas, otras poco saludables para su cuerpo. Había tratado de conocer a otras chicas. Había tratado de refugiarse en el entrenamiento y en su Hermano. Hasta había estado a punto de usar el Sennō Sōsa no Jutsu en sí mismo, hasta que entendió que eran tantos los recuerdos que debía borrar que su último año dejaría de tener sentido para él.
Pero si algo podía eclipsar todo aquello, eso era la segunda revelación que le hizo. Claro que sabía y recordaba la pregunta a la que se refería Hanabi. Y ya nada más oírlo, algo dentro de él se rompió. Porque sabía, sabía, que lo habían descubierto. Que lo que él había sabido en aquella misión hecha meses atrás, en la que había sido chantajeado con que si contaba algo a alguien Akame moriría, había llegado a oídos de Uzu.
Ojalá hubiese estado equivocado. Ojalá su mundo no se hubiese desmoronado en aquel preciso instante frente a sus narices. Había pasado de soñar con una posibilidad de recuperar a Aiko gracias a una nueva amenaza mundial a perderla a ella y a su amor fraternal.
Le hubiesen podido clavar una puñalada en el pecho en aquel mismo instante, y ni se hubiese enterado.
—¿Sigo teniéndote conmigo? ¿Sigues siendo mi ninja?
¿Su ninja?
—¿Qué ninja? —preguntó él, con labios temblorosos. Tenía la vista empañada y el pecho le subía y bajaba como un muelle estropeado—. ¿El tipo de ninja que abandona a su novia? ¿A su propio Hermano? ¿No se da cuen-ta? —La voz se le rompió con la última palabra. Tuvo que hacer un esfuerzo titánico para reprimir el sollozo en su pecho. Le quemaba—. Hace apenas un año, yo no sabía hacer ni un triste Gōkakyū. Ahora soy capaz de sellar una Bijūdama en un ojo. Y todo se lo debo a él. Soy quien soy gracias a él. Y sobreviví a las torturas de Shukaku por él. Con Akame a mi lado, no tengo miedo a nada. Siento que puedo conseguir cualquier cosa. —Y los Dioses sabían que si hubiese aceptado su propuesta en el Valle del Fin, Aiko y él estarían juntos. Felices… o enterrados los dos bajo el mismo lago—. Sin él... —¿Qué era el sin su influencia? ¿Sin sus ganas de superarle? ¿Sin ese camarada que siempre estaba a su lado, por muy feas que se pusiesen las cosas? ¿Sin ese amigo al que podía confiarle su vida y sus secretos más oscuros? ¿Sin... su hermano? Se rompió—. Sin él no soy nada —dijo, y los sollozos reventaron su pecho e inundaron su garganta. Lloró, lloró y se avergonzó por ello, tratando de ocultar su rostro entre las manos.
»Sin... él... no... soy... nadie.
El Uchiha se equivocaba, claro. Hanabi no solo le arrancó medio corazón, se lo arrancó entero. Pero lo hizo poco a poco, trozo a trozo, para que su cuerpo se confiase y no se desmayase en un mecanismo de autodefensa para huir de semejante calvario de golpe.
Primero, le hizo ver que Aiko estaba muerta. El hecho de que la última vez le hubiese asegurado que, de haber avisado a tiempo, hubiese intermediado por él, hizo el golpe todavía más contundente. Le habían dado la mano para ayudarle a levantarse, pero en realidad era solo para tumbarle de nuevo de un sonoro cabezazo.
¿Qué estaba muerta? En realidad no, y ese era el problema. De haberlo estado, hubiese tenido un tiempo de duelo. Hubiese llorado su pérdida. Y finalmente, hubiese dado un paso hacia adelante, sin querer volver a mirar atrás. Pero no lo estaba, y eso era lo que le mataba por dentro.
¿Qué se olvidase de ella? Los Dioses sabían que lo había intentado. De mil formas, algunas mezquinas, otras poco saludables para su cuerpo. Había tratado de conocer a otras chicas. Había tratado de refugiarse en el entrenamiento y en su Hermano. Hasta había estado a punto de usar el Sennō Sōsa no Jutsu en sí mismo, hasta que entendió que eran tantos los recuerdos que debía borrar que su último año dejaría de tener sentido para él.
Pero si algo podía eclipsar todo aquello, eso era la segunda revelación que le hizo. Claro que sabía y recordaba la pregunta a la que se refería Hanabi. Y ya nada más oírlo, algo dentro de él se rompió. Porque sabía, sabía, que lo habían descubierto. Que lo que él había sabido en aquella misión hecha meses atrás, en la que había sido chantajeado con que si contaba algo a alguien Akame moriría, había llegado a oídos de Uzu.
Ojalá hubiese estado equivocado. Ojalá su mundo no se hubiese desmoronado en aquel preciso instante frente a sus narices. Había pasado de soñar con una posibilidad de recuperar a Aiko gracias a una nueva amenaza mundial a perderla a ella y a su amor fraternal.
Le hubiesen podido clavar una puñalada en el pecho en aquel mismo instante, y ni se hubiese enterado.
—¿Sigo teniéndote conmigo? ¿Sigues siendo mi ninja?
¿Su ninja?
—¿Qué ninja? —preguntó él, con labios temblorosos. Tenía la vista empañada y el pecho le subía y bajaba como un muelle estropeado—. ¿El tipo de ninja que abandona a su novia? ¿A su propio Hermano? ¿No se da cuen-ta? —La voz se le rompió con la última palabra. Tuvo que hacer un esfuerzo titánico para reprimir el sollozo en su pecho. Le quemaba—. Hace apenas un año, yo no sabía hacer ni un triste Gōkakyū. Ahora soy capaz de sellar una Bijūdama en un ojo. Y todo se lo debo a él. Soy quien soy gracias a él. Y sobreviví a las torturas de Shukaku por él. Con Akame a mi lado, no tengo miedo a nada. Siento que puedo conseguir cualquier cosa. —Y los Dioses sabían que si hubiese aceptado su propuesta en el Valle del Fin, Aiko y él estarían juntos. Felices… o enterrados los dos bajo el mismo lago—. Sin él... —¿Qué era el sin su influencia? ¿Sin sus ganas de superarle? ¿Sin ese camarada que siempre estaba a su lado, por muy feas que se pusiesen las cosas? ¿Sin ese amigo al que podía confiarle su vida y sus secretos más oscuros? ¿Sin... su hermano? Se rompió—. Sin él no soy nada —dijo, y los sollozos reventaron su pecho e inundaron su garganta. Lloró, lloró y se avergonzó por ello, tratando de ocultar su rostro entre las manos.
»Sin... él... no... soy... nadie.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado