17/12/2018, 19:15
—Ojalá tuviésemos el poder de darle la vuelta al tiempo, ¿verdad? Como nuestro amigo en común, Yubiwa
El hombre había abierto la boca de sopeton después de un rato caminando. Tenía claro que él debía ser el que rompiesen aquel molesto silencio.
—. Aunque si retrocediésemos, pongamos, treinta años, no cerraríamos ninguna herida. Abriríamos viejas.
«Yubiwa-dono... Así que por eso no morimos todos aquel día...»
Había abierto mis dos ojos como dos malditos platos. De hecho, los recuerdos que tenía de aquella misión eran más bien difusos, pequeños trozos de lo que realmente sucedió. Tan solo daba las gracias porque pudimos detener aquellos hilos y a los que había detrás moviendolos entre los tres grandes aldeas. Qué tiempos. Parecían ya tan lejanos...
—¿Sabes qué nos encontraríamos, Yota-kun?Hambruna, Yota. Entierros diarios. Nuestra Villa, sumida en la más absoluta depresión. Resulta difícil imaginárselo ahora, ¿verdad?
Sí, era cierto. Había estudiado acerca de la historia, pero nadie mejor que el que lo cambió todo en Kusagakure para contarlo de primera mano.
—Oh, pero así fue —continuó, mientras seguía andando—. Todo por ser manejados por un Consejo nefasto. Te contaré un secreto que nadie se atreve a pronunciar: algunos de ellos tenían buenas intenciones. —Oh, sí. Las tenían—. Como tú, Yota. Pero en ocasiones, hasta las mejores de las decisiones se convierten en malas si no se toman por la razón adecuada. Oh, sí, ellos estaban llenos de buenas intenciones. Se consideraban a sí mismos como el sistema más justo. Y desde cierta óptica, lo eran. Oh, sí, muy democrático todo. Y eso precisamente fue lo que nos llevó a la ruina.
»Verás, al no haber una cabeza al mando, las decisiones que se tomaban eran muy heterogéneas. Aceptábamos misiones de crítica importancia para cierta familia feudal, y más tarde cogíamos también las que perjudicaban a dicha familia. Un disparate y un sinsentido, pero claro, como todo era por voto, si en el momento lo consideraban beneficioso, se hacía. No había una dirección clara, el resto de Oonindo no sabía a lo que atenerse. Y eso generaba desconfianza. Tanto que los países preferían solicitar misiones a Ame o Uzu. ¿La formación ninja? Un desastre. Cada uno tiraba para su lado. El especialista en Taijutsu creía que el combate cuerpo a cuerpo era lo más importante. El que daba clases de Genjutsu le convenía que se diesen ilusiones. Al final, teníamos un sistema de enseñanza muy cambiante. Y a todo esto que te dije, súmale que cada diez años el Consejo cambiaba de miembros. Así que todo lo anterior lo cambiaban y lo enrevesaban todavía más. A veces por un buen motivo, oh, sí. Pero al final solo conseguían transmitir más y más inestabilidad de cara afuera.
Entonces Kenzou se volteó para mirarme fijamente, fui incapaz de mirarle a los ojos, sin darme cuenta el tipo me había convertido en uno de esos del Consejo de antaño. Seres a los que los movía únicamente su propio interés y no el de lo que habían jurado defender al ponerse esa bandana. Claro que esa gente no llevaba bandana. Eran los dueños y señores del lugar que me vio nacer y hacían y deshacían a voluntad. Pero yo si que la llevaba e hice el susodicho juramento. Qué sensación tan horrible fluía por mis venas. Sensación que sería totalmente incapaz de describir.
—Lo comprendes, ¿Yota? No importa que tu decisión haya sido la correcta o no. Si todo el mundo empieza a hacer lo que le da la gana con cosas tan serias como esa, volvemos a esos tiempos.
Y ahora, ¿qué narices se suponía que debía decirle? ¿Lo que quería oír? ¿o quizás la verdad?
— Pues... — mis palabras salían de mis fauces con la siembra de la duda — Si le soy sincero, la política y yo no nos llevamos bien. No sé si le he entendido muy bien y, aunque yo no estaba vivo en aquella época de la que habla, jamás he querido ser ese tipo de persona que destruye a los suyos por placer o por interés propio
El hombre había abierto la boca de sopeton después de un rato caminando. Tenía claro que él debía ser el que rompiesen aquel molesto silencio.
—. Aunque si retrocediésemos, pongamos, treinta años, no cerraríamos ninguna herida. Abriríamos viejas.
«Yubiwa-dono... Así que por eso no morimos todos aquel día...»
Había abierto mis dos ojos como dos malditos platos. De hecho, los recuerdos que tenía de aquella misión eran más bien difusos, pequeños trozos de lo que realmente sucedió. Tan solo daba las gracias porque pudimos detener aquellos hilos y a los que había detrás moviendolos entre los tres grandes aldeas. Qué tiempos. Parecían ya tan lejanos...
—¿Sabes qué nos encontraríamos, Yota-kun?Hambruna, Yota. Entierros diarios. Nuestra Villa, sumida en la más absoluta depresión. Resulta difícil imaginárselo ahora, ¿verdad?
Sí, era cierto. Había estudiado acerca de la historia, pero nadie mejor que el que lo cambió todo en Kusagakure para contarlo de primera mano.
—Oh, pero así fue —continuó, mientras seguía andando—. Todo por ser manejados por un Consejo nefasto. Te contaré un secreto que nadie se atreve a pronunciar: algunos de ellos tenían buenas intenciones. —Oh, sí. Las tenían—. Como tú, Yota. Pero en ocasiones, hasta las mejores de las decisiones se convierten en malas si no se toman por la razón adecuada. Oh, sí, ellos estaban llenos de buenas intenciones. Se consideraban a sí mismos como el sistema más justo. Y desde cierta óptica, lo eran. Oh, sí, muy democrático todo. Y eso precisamente fue lo que nos llevó a la ruina.
»Verás, al no haber una cabeza al mando, las decisiones que se tomaban eran muy heterogéneas. Aceptábamos misiones de crítica importancia para cierta familia feudal, y más tarde cogíamos también las que perjudicaban a dicha familia. Un disparate y un sinsentido, pero claro, como todo era por voto, si en el momento lo consideraban beneficioso, se hacía. No había una dirección clara, el resto de Oonindo no sabía a lo que atenerse. Y eso generaba desconfianza. Tanto que los países preferían solicitar misiones a Ame o Uzu. ¿La formación ninja? Un desastre. Cada uno tiraba para su lado. El especialista en Taijutsu creía que el combate cuerpo a cuerpo era lo más importante. El que daba clases de Genjutsu le convenía que se diesen ilusiones. Al final, teníamos un sistema de enseñanza muy cambiante. Y a todo esto que te dije, súmale que cada diez años el Consejo cambiaba de miembros. Así que todo lo anterior lo cambiaban y lo enrevesaban todavía más. A veces por un buen motivo, oh, sí. Pero al final solo conseguían transmitir más y más inestabilidad de cara afuera.
Entonces Kenzou se volteó para mirarme fijamente, fui incapaz de mirarle a los ojos, sin darme cuenta el tipo me había convertido en uno de esos del Consejo de antaño. Seres a los que los movía únicamente su propio interés y no el de lo que habían jurado defender al ponerse esa bandana. Claro que esa gente no llevaba bandana. Eran los dueños y señores del lugar que me vio nacer y hacían y deshacían a voluntad. Pero yo si que la llevaba e hice el susodicho juramento. Qué sensación tan horrible fluía por mis venas. Sensación que sería totalmente incapaz de describir.
—Lo comprendes, ¿Yota? No importa que tu decisión haya sido la correcta o no. Si todo el mundo empieza a hacer lo que le da la gana con cosas tan serias como esa, volvemos a esos tiempos.
Y ahora, ¿qué narices se suponía que debía decirle? ¿Lo que quería oír? ¿o quizás la verdad?
— Pues... — mis palabras salían de mis fauces con la siembra de la duda — Si le soy sincero, la política y yo no nos llevamos bien. No sé si le he entendido muy bien y, aunque yo no estaba vivo en aquella época de la que habla, jamás he querido ser ese tipo de persona que destruye a los suyos por placer o por interés propio
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa