23/12/2018, 00:04
—Fuimos unos completos irresponsables, lo aceptamos —añadió Kiroe, con su propia disculpa—. Lo siento mucho, Arashikage-sama. No volverá a suceder. A mitad de camino, pensé en volver e informar. Debería haberlo hecho, pero sentí que Zetsuo y los demás podrían estar en peligro sin mi ayuda, de modo que al final dudé y caí en el error. La culpa... La culpa es mía, Yui-sama. Debí haberle informado de la situación y, en todo caso, haber vuelto con ellos con refuerzos. Disculpe a Zetsuo.
«¿¡Pero qué cojones estás haciendo, pastelera?!» Zetsuo se había vuelto hacia Kiroe, con los ojos abiertos como platos.
Se volvió hacia la Arashikage de nuevo, dispuesto a aligerar la carga que la misma Kiroe se había colocado sobre los hombros, cuando Yui volvió a hablar.
—Perderíais un tiempo muy valioso para rescatarla si dabais la vuelta —repitió las palabras de Zetsuo, y el médico supo de inmediato que iba a devolverle la pelota de un diestro revés—. Explicadme algo —añadió, con una terrorífica calma. Acababan de entrar en el ojo del huracán—, ¿no fueron con vosotros Kōri y Daruu? ¿O debo sus desapariciones a otra cosa?
Zetsuo tensó los músculos al escuchar aquella pregunta. ¿Acaso iba a meter a los muchachos en aquello?
—Sí. Vinieron —se vio obligado a admitir. Aquello comenzaba a parecerse de forma terrorífica a un interrogatorio. ¡Maldita sea, se suponía que habían acudido allí para buscar ayuda por Ayame y a informar de lo que había ocurrido! ¡Ni siquiera sabía cuánto tiempo más podría mantener al Gobi dormido!
Y entonces la atención de la Arashikage volvió a caer sobre Kiroe.
—Tu hijo me explicó algo. La técnica de teletransporte que heredó de ti. Solo necesita dejar una marca de sangre, y puede teletransportarse a ese sitio cuando le dé la gana. Así fue cómo volvió a Amegakure cuando le quitaron los ojos, ¿no? ¿No teníais ni cinco minutos para usarla y volver? ¿En serio?
—Quizá sería conveniente escuchar toda la historia de principio a fin —intervino Shanise.
—Sí, podría haber venido al despacho y podría haber informado —comenzó a cantar Kiroe, alzando la cabeza—. Es lo que acabo de decir. De hecho, volví. Quise traerlos de vuelta a todos, además. Pero me peleé con ellos, y me obligaron a volver sola. Esa es la verdad, Yui-sama.
«Te estás pasando de sincera, joder.» Zetsuo había apretado los labios al escucharla relatar aquello, pero no dijo nada al respecto.
—Estaba muy enfadada y tenía mucho miedo de que considerase a mi hijo un traidor por viajar más al este. Estuve temblando toda la tarde y no me supe comportar como una kunoichi. No soportaba la idea de haberme despedido de ellos de esa manera, así que volví. Como dije... estaba asustada, todos estábamos asustados. Supongo que actuamos así por miedo. El miedo nos transforma a todos. Sólo pido... el perdón. Aunque aceptaré el castigo que considere oportuno, Arashikage-sama. Lo siento.
—Además, por lo que me ha contado tu hijo, esa técnica consume mucho chakra —intervino Zetsuo, con el puño cerrado sobre la rodilla flexionada—. Habría gastado demasiada energía yendo y viniendo, y más aún si se llevaba a más personas consigo. Pero la culpa no es sólo de Kiroe, como ella misma está intentando hacer ver. Todos nosotros cometimos errores.
«¿¡Pero qué cojones estás haciendo, pastelera?!» Zetsuo se había vuelto hacia Kiroe, con los ojos abiertos como platos.
Se volvió hacia la Arashikage de nuevo, dispuesto a aligerar la carga que la misma Kiroe se había colocado sobre los hombros, cuando Yui volvió a hablar.
—Perderíais un tiempo muy valioso para rescatarla si dabais la vuelta —repitió las palabras de Zetsuo, y el médico supo de inmediato que iba a devolverle la pelota de un diestro revés—. Explicadme algo —añadió, con una terrorífica calma. Acababan de entrar en el ojo del huracán—, ¿no fueron con vosotros Kōri y Daruu? ¿O debo sus desapariciones a otra cosa?
Zetsuo tensó los músculos al escuchar aquella pregunta. ¿Acaso iba a meter a los muchachos en aquello?
—Sí. Vinieron —se vio obligado a admitir. Aquello comenzaba a parecerse de forma terrorífica a un interrogatorio. ¡Maldita sea, se suponía que habían acudido allí para buscar ayuda por Ayame y a informar de lo que había ocurrido! ¡Ni siquiera sabía cuánto tiempo más podría mantener al Gobi dormido!
Y entonces la atención de la Arashikage volvió a caer sobre Kiroe.
—Tu hijo me explicó algo. La técnica de teletransporte que heredó de ti. Solo necesita dejar una marca de sangre, y puede teletransportarse a ese sitio cuando le dé la gana. Así fue cómo volvió a Amegakure cuando le quitaron los ojos, ¿no? ¿No teníais ni cinco minutos para usarla y volver? ¿En serio?
—Quizá sería conveniente escuchar toda la historia de principio a fin —intervino Shanise.
—Sí, podría haber venido al despacho y podría haber informado —comenzó a cantar Kiroe, alzando la cabeza—. Es lo que acabo de decir. De hecho, volví. Quise traerlos de vuelta a todos, además. Pero me peleé con ellos, y me obligaron a volver sola. Esa es la verdad, Yui-sama.
«Te estás pasando de sincera, joder.» Zetsuo había apretado los labios al escucharla relatar aquello, pero no dijo nada al respecto.
—Estaba muy enfadada y tenía mucho miedo de que considerase a mi hijo un traidor por viajar más al este. Estuve temblando toda la tarde y no me supe comportar como una kunoichi. No soportaba la idea de haberme despedido de ellos de esa manera, así que volví. Como dije... estaba asustada, todos estábamos asustados. Supongo que actuamos así por miedo. El miedo nos transforma a todos. Sólo pido... el perdón. Aunque aceptaré el castigo que considere oportuno, Arashikage-sama. Lo siento.
—Además, por lo que me ha contado tu hijo, esa técnica consume mucho chakra —intervino Zetsuo, con el puño cerrado sobre la rodilla flexionada—. Habría gastado demasiada energía yendo y viniendo, y más aún si se llevaba a más personas consigo. Pero la culpa no es sólo de Kiroe, como ella misma está intentando hacer ver. Todos nosotros cometimos errores.