31/12/2018, 20:02
Fue la voz de Yui, como un jarro de agua fría, la que le despertó.
—¿Quieres decirme algo, Zetsuo?
Zetsuo abrió la boca, pero las palabras murieron en su garganta. Y al final debió pensárselo mejor, porque terminó por cerrarla y apretar sendos puños.
—Nada, Arashikage-sama —respondió, con una sonada inclinación de cabeza.
Se reincorporó y giró sobre sus talones para dirigirse con paso firme a la puerta de salida, que le aguardaba apremiante. Sin embargo, sus pies se detuvieron titubeantes en el umbral.
—Manténganos avisados de cualquier novedad... por favor —suplicó, en última instancia, sin siquiera girarse.
Y se marchó. Sin más. Sin mirar atrás y con la sensación de que estaba abandonando a Ayame al dejar que la encerraran de aquella manera allí. Sola. Pero tenía que confiar en Yui, tenía que confiar en que encontrarían la solución. Porque lo harían. ¿Verdad?
Y mientras descendía encerrado en aquel armatoste de acero apretaba sendos puños con tal fuerza que los nudillos se le marcaron de blanco y la sangre goteó entre sus dedos.
«Mierda... ¡Mierda! ¡¡MIERDA!!»
—¿Quieres decirme algo, Zetsuo?
Zetsuo abrió la boca, pero las palabras murieron en su garganta. Y al final debió pensárselo mejor, porque terminó por cerrarla y apretar sendos puños.
—Nada, Arashikage-sama —respondió, con una sonada inclinación de cabeza.
Se reincorporó y giró sobre sus talones para dirigirse con paso firme a la puerta de salida, que le aguardaba apremiante. Sin embargo, sus pies se detuvieron titubeantes en el umbral.
—Manténganos avisados de cualquier novedad... por favor —suplicó, en última instancia, sin siquiera girarse.
Y se marchó. Sin más. Sin mirar atrás y con la sensación de que estaba abandonando a Ayame al dejar que la encerraran de aquella manera allí. Sola. Pero tenía que confiar en Yui, tenía que confiar en que encontrarían la solución. Porque lo harían. ¿Verdad?
Y mientras descendía encerrado en aquel armatoste de acero apretaba sendos puños con tal fuerza que los nudillos se le marcaron de blanco y la sangre goteó entre sus dedos.
«Mierda... ¡Mierda! ¡¡MIERDA!!»