Las cosas, cómo deben ser

[Aburame Mei]

Y como por arte de magia llego mi caballero de melena dorada, toalla en mano, terminó de subir el mantel y ofrecerme aquel manto para protegerme, mi mano se hizo rápidamente con el mismo para luego cubrir mi cabello y parte de mi rostro. Por su parte, él se estaba mojando, pero... Era un hombre, no usaba maquillaje, ni un peinado que no pudiera arreglar con la pasada de la mano o un peine que seguro tenía en su bolsillo.

— Muchas gracias— dije tras dirigirme a la nueva sala, aunque ante mis ojos no escapó la imagen de aquel calvo que se dirigía en dirección contraria a los demás.

Repentinamente la imagen de una dama obesa, con un conjunto violeta mal amarrado, guantes largos blancos, y su rostro... Sí que era un dilema, las gotas de agua no habían tenido compasión con ella.

— Cuanto respeto demuestra la alta alcurnia— fue mi intento de defensa para el rubio —. Por otra parte, vi a un hombre llevarse el cuadro en esa dirección, no los llevó con los demás— alcé mi índice por el camino que había tomado.

Busqué con mi mirada a Kokona, no la había visto.