5/01/2019, 02:53
El sonido de aquel chirrido que tan familiar se le había hecho ya interrumpió de golpe cualquier discusión. No había duda: la puerta del calabozo se había abierto. Kokuō entrecerró los ojos, extrañada. Aún no era la hora de que pasarán, como hacían todos los días, a vigilar su estado y cambiarle la bandeja de la comida. Y aquellos no eran los pesados pasos del ninja de alto rango que se encargaba de ello.
No tardó en averiguar la identidad de su visitante.
Ayame se había sobresaltado, pero ella ni siquiera se inmutó. En completo silencio, Kokuō irguió la espalda alzó la barbilla para observar con recelo y cuidado a Amedama Daruu. Pese a su postura, muy lejos estaba su apariencia actual de la elegancia señorial que había demostrado en el País del Agua: sus cabellos despeinados, las profundas ojeras y el débil brillo febril de sus ojos eran un fiel reflejo de su estado debilitado. Observó al muchacho mientras tomaba una banqueta y tomaba asiento sin ninguna preocupación.
Saludó a Ayame. La saludó a ella. Y pronunció su nombre.
Kokuō entonó los párpados ligeramente.
—¿Ha venido a verme como si no fuera más que un animal de circo?
No tardó en averiguar la identidad de su visitante.
Ayame se había sobresaltado, pero ella ni siquiera se inmutó. En completo silencio, Kokuō irguió la espalda alzó la barbilla para observar con recelo y cuidado a Amedama Daruu. Pese a su postura, muy lejos estaba su apariencia actual de la elegancia señorial que había demostrado en el País del Agua: sus cabellos despeinados, las profundas ojeras y el débil brillo febril de sus ojos eran un fiel reflejo de su estado debilitado. Observó al muchacho mientras tomaba una banqueta y tomaba asiento sin ninguna preocupación.
Saludó a Ayame. La saludó a ella. Y pronunció su nombre.
Kokuō entonó los párpados ligeramente.
—¿Ha venido a verme como si no fuera más que un animal de circo?