7/01/2019, 00:15
Si ya la impresión que daba el exterior de aquella mansión era de puro lucro, lo que Riko se encontró una vez oteó dentro fue la cereza de un pastel, caro y derrochador.
El interior de aquella casona era tan amplio y luminoso que en ocasiones sintió la necesidad de cubrirse el cogote. Se trataba de una enorme sala de estar con pisos de cerámica blanca, brillante y lustrada. Estaba debidamente amoblada con asientos de cuero, sillones, mesas de madera refinada y sobre éstas reposaban algunas bebidas, botellas de vino y porta retratos. Las paredes vestían paulatinamente algún cuadro probablemente de algún pintor famoso, aunque era difícil saberlo si no se era un conocedor de aquellos menesteres. Al fondo, Riko podía ver la enorme puerta barroca que suponía ser la entrada principal, desde la cual se abrían dos escaleras en cada extremo del pasillo que serpenteaban hacia arriba, uniéndose en otro pasillo inmediatamente superior. Desde ahí atrás no podía verlo de frente, no obstante, sólo pudo percatarse del barandal superior que hacía la de mirador de toda la sala de estar.
Cualquier otro detalle no parecía ser importante. Habían un par de escaparates parecidos a los que tenía Shida en su tienda, con cualquier cantidad de pequeños objetos, que probablemente tenían algo de valor. Quizás no todos tenían un valor monetario, pero sí que sentimental. Alguna compra caprichosa, probablemente.
En el piso inferior también había dos pasillos contiguos en cada lado. Podía ser la cocina, o algún salón de juego. Quién sabe. Por lo general, así era la distribución de ese tipo de mansiones.
El interior de aquella casona era tan amplio y luminoso que en ocasiones sintió la necesidad de cubrirse el cogote. Se trataba de una enorme sala de estar con pisos de cerámica blanca, brillante y lustrada. Estaba debidamente amoblada con asientos de cuero, sillones, mesas de madera refinada y sobre éstas reposaban algunas bebidas, botellas de vino y porta retratos. Las paredes vestían paulatinamente algún cuadro probablemente de algún pintor famoso, aunque era difícil saberlo si no se era un conocedor de aquellos menesteres. Al fondo, Riko podía ver la enorme puerta barroca que suponía ser la entrada principal, desde la cual se abrían dos escaleras en cada extremo del pasillo que serpenteaban hacia arriba, uniéndose en otro pasillo inmediatamente superior. Desde ahí atrás no podía verlo de frente, no obstante, sólo pudo percatarse del barandal superior que hacía la de mirador de toda la sala de estar.
Cualquier otro detalle no parecía ser importante. Habían un par de escaparates parecidos a los que tenía Shida en su tienda, con cualquier cantidad de pequeños objetos, que probablemente tenían algo de valor. Quizás no todos tenían un valor monetario, pero sí que sentimental. Alguna compra caprichosa, probablemente.
En el piso inferior también había dos pasillos contiguos en cada lado. Podía ser la cocina, o algún salón de juego. Quién sabe. Por lo general, así era la distribución de ese tipo de mansiones.