7/01/2019, 00:51
En cuanto pisó entonces la escalera, se dio cuenta de que ésta estaba encarpetada con una fina alfombra de hilo poliester, con tallados y símbolos artísticos, florales. Era una mezcla de colores grises y turquesas, que transmutaban de una tonalidad a otra con cada pisada que pasara encima del felpo. Riko contó hasta el piso superior unos veinticuatro escalones. Desde ahí arriba, incluso, todo se veía pequeño.
De hecho, no fue hasta entonces que se percató de que el techo era como de un solario. Una cúpula ovalada de vidrio templado que sopesaba los poderosos rayos del sol. También una amplia lámpara de gotas de vidrio que envolvían al menos cuarenta focos.
Dos corredores se abrían, por la izquierda y por la derecha. La misma alfombra tapizaba ambos trayectos. Lo que había al fondo de ellos era, aún, un misterio.
De hecho, no fue hasta entonces que se percató de que el techo era como de un solario. Una cúpula ovalada de vidrio templado que sopesaba los poderosos rayos del sol. También una amplia lámpara de gotas de vidrio que envolvían al menos cuarenta focos.
Dos corredores se abrían, por la izquierda y por la derecha. La misma alfombra tapizaba ambos trayectos. Lo que había al fondo de ellos era, aún, un misterio.