17/01/2019, 20:18
Daruu se apartó de golpe, y no pudo evitar echar un vistazo a la puerta del calabozo. Los gritos de Kokuo, sin duda, estaban motivados por su miedo a volver a estar encerrada en la jaula del sello. Era una desesperación que aceptaba, aceptaba incluso el mote despectivo, humano. No obstante si no callaba ya, acabaría alertando a los guardias, y él tendría que marcharse.
—¡Cállate, joder, Kokuo, espera! —advirtió, agitando las palmas de las manos delante de ella y acercándose a la jaula—Escucha. Escúchame, por favor. ¡Escúchame! ¿Quieres? Por favor.
—¡Cállate, joder, Kokuo, espera! —advirtió, agitando las palmas de las manos delante de ella y acercándose a la jaula—Escucha. Escúchame, por favor. ¡Escúchame! ¿Quieres? Por favor.