17/01/2019, 20:39
Daruu, visiblemente alarmado, echó una fugaz mirada a la puerta de entrada.
—¡Cállate, joder, Kokuō, espera! —exclamó alarmado, haciendo aspavientos con las manos y acercándose a la jaula—. Escucha. Escúchame, por favor. ¡Escúchame! ¿Quieres? Por favor.
Pero aquello era lo último que necesitaba oír.
Fue un visto y no visto. De un momento a otro, Kokuō había extendido el brazo a entre los barrotes, había agarrado a Daruu por el cuello de su sudadera y lo había acercado con violencia a ella, estampándolo contra las rejas.
—¡No... van... a volver... a encerrarme... en esa... jaula! —siseó, con sus chispeantes iris a escasos centímetros de los de Daruu—. Antes pasarán por encima de mí. ¡Antes pasarán por encima de mi cadáver!
—¿Y entonces qué? ¡¿Eh?! —respondió en voz alta, furibunda—. ¿Tendré que soportar las constantes humillaciones, los insultos, las celebraciones porque el monstruo al fin se ha ido? ¿Tendré que confiar en vuestra palabra como humanos? ¿Tendré que esperar hasta que usted encuentre la manera de cumplirla?
Ayame tardó algunos segundos en responder:
Kokuō profirió un profundo y grave gruñido, y entonces sus labios se curvaron en una sonrisa llena de amargura.
—Desde luego, ustedes son los que más se alegran de esta noticia. Yo no puedo compartir esa felicidad.
Y aún así, sus dedos se aflojaron. Soltó a Daruu. Y se volvió hacia el fondo de la celda, sumergiéndose en las sombras.
—¡Cállate, joder, Kokuō, espera! —exclamó alarmado, haciendo aspavientos con las manos y acercándose a la jaula—. Escucha. Escúchame, por favor. ¡Escúchame! ¿Quieres? Por favor.
Pero aquello era lo último que necesitaba oír.
¡BAM!
Fue un visto y no visto. De un momento a otro, Kokuō había extendido el brazo a entre los barrotes, había agarrado a Daruu por el cuello de su sudadera y lo había acercado con violencia a ella, estampándolo contra las rejas.
«¡KOKUO, NO!»
—¡No... van... a volver... a encerrarme... en esa... jaula! —siseó, con sus chispeantes iris a escasos centímetros de los de Daruu—. Antes pasarán por encima de mí. ¡Antes pasarán por encima de mi cadáver!
«¡Kokuō, suéltale, por favor! ¡Nosotros no somos tus enemigos! ¡Recuerda lo que hablamos! ¡No te vamos a dejar sola!»
—¿Y entonces qué? ¡¿Eh?! —respondió en voz alta, furibunda—. ¿Tendré que soportar las constantes humillaciones, los insultos, las celebraciones porque el monstruo al fin se ha ido? ¿Tendré que confiar en vuestra palabra como humanos? ¿Tendré que esperar hasta que usted encuentre la manera de cumplirla?
Ayame tardó algunos segundos en responder:
«Ya te dije que tenía algo en mente. Créeme, he tenido tiempo de sobra para pensar aquí dentro. Sólo tengo que pulir los últimos detalles, y es posible que necesite algo de ayuda. Por favor, confía en nosotros.»
Kokuō profirió un profundo y grave gruñido, y entonces sus labios se curvaron en una sonrisa llena de amargura.
—Desde luego, ustedes son los que más se alegran de esta noticia. Yo no puedo compartir esa felicidad.
Y aún así, sus dedos se aflojaron. Soltó a Daruu. Y se volvió hacia el fondo de la celda, sumergiéndose en las sombras.