20/01/2019, 03:37
El joven regañó a Ranko por haberlo asustado, aunque luego negó estar asustado. La chica se sintió fatal por ello, y le ofreció una reverencia repetidamente.
—¡L-l-l-lo si-siento! ¡Y-yo…! ¡Yo n-no…! ¡Yo no…!
La kunoichi se sintió abrumada con las preguntas y comentarios del chico, de nombre Heki. Se enderezó y se encogió de hombros tan fuerte que parecía que su cabeza se fusionaría con su clavícula. Heki hablaba con una familiaridad que le recordó a King Rōga, aunque un tanto diluida, menos feroz.
—Ahm… eh… erhm… Y-yo… aaaah…
”¡Nononono! ¡No te congeles, Ranko, vamos! ¡Son solo preguntas! Contéstalas una a una: uno, por qué tenía que entrenar allí; dos, si le tenía miedo a las alturas, y tres, si era un entrenamiento secreto de Kusagakure. ¡Así de sencillo! Una por una…”
Ranko tragó saliva y, sudando levemente, intentó hablar.
—Ahm… Mu-mu-mucho gu-gusto, Heki-san. Y-yo… ahm… mi-mi nombre… Sagisō es mi… Me llamo… Sagisō. Sagisō Ranko —Suspiró de alivio e imaginó una palomita en una lista invisible de quehaceres sociales —. No… No es una altura secreta… ¡No! Digo… No le tengo miedo a Kusa… ¡Ah! Digo… ahm… estoy… estoy…
Sentía que comenzaba a resollar lentamente. Giró hacia la derecha de repente, mirando hacia el risco que tenía enfrente y debajo. Tal vez si evitaba mirarlo al rostro, evitaría algo de la ansiedad.
—S-solo vine aquí… Me to-topé con este, el-el puente de Kannabi y… y… ahm… quise practicar… entrenar resis-sistencia. Corriendo. Y… y así. N-no e-e-es nada s-secreto —Su mente no sabía si felicitarla por hablar tanto o si castigarla por haber tartamudeado y dudado tanto —. ¿Heki… Heki-san ta-también vino a entrenar?
Ranko no apartaba la vista de las rocas que tenía sobre el horizonte. Una parte de sí la regañó por no mostrarse más interesada en captar la atención de Heki, pues parecía más querer saltar por el puente que querer platicar.
—¡L-l-l-lo si-siento! ¡Y-yo…! ¡Yo n-no…! ¡Yo no…!
La kunoichi se sintió abrumada con las preguntas y comentarios del chico, de nombre Heki. Se enderezó y se encogió de hombros tan fuerte que parecía que su cabeza se fusionaría con su clavícula. Heki hablaba con una familiaridad que le recordó a King Rōga, aunque un tanto diluida, menos feroz.
—Ahm… eh… erhm… Y-yo… aaaah…
”¡Nononono! ¡No te congeles, Ranko, vamos! ¡Son solo preguntas! Contéstalas una a una: uno, por qué tenía que entrenar allí; dos, si le tenía miedo a las alturas, y tres, si era un entrenamiento secreto de Kusagakure. ¡Así de sencillo! Una por una…”
Ranko tragó saliva y, sudando levemente, intentó hablar.
—Ahm… Mu-mu-mucho gu-gusto, Heki-san. Y-yo… ahm… mi-mi nombre… Sagisō es mi… Me llamo… Sagisō. Sagisō Ranko —Suspiró de alivio e imaginó una palomita en una lista invisible de quehaceres sociales —. No… No es una altura secreta… ¡No! Digo… No le tengo miedo a Kusa… ¡Ah! Digo… ahm… estoy… estoy…
Sentía que comenzaba a resollar lentamente. Giró hacia la derecha de repente, mirando hacia el risco que tenía enfrente y debajo. Tal vez si evitaba mirarlo al rostro, evitaría algo de la ansiedad.
—S-solo vine aquí… Me to-topé con este, el-el puente de Kannabi y… y… ahm… quise practicar… entrenar resis-sistencia. Corriendo. Y… y así. N-no e-e-es nada s-secreto —Su mente no sabía si felicitarla por hablar tanto o si castigarla por haber tartamudeado y dudado tanto —. ¿Heki… Heki-san ta-también vino a entrenar?
Ranko no apartaba la vista de las rocas que tenía sobre el horizonte. Una parte de sí la regañó por no mostrarse más interesada en captar la atención de Heki, pues parecía más querer saltar por el puente que querer platicar.
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