24/01/2019, 19:13
—Nyejejeje. —El chiquillo volvió a reírse en voz alta.
Y Kokuō no pudo evitar desviar la mirada en la dirección en la que se encontraba la puerta de entrada y salida del calabozo. Si aquel niño-gato seguía así, era más que probable que alertara a los guardias. Y, siendo sinceros, viendo como se estaba riendo de ella, no le molestaría en absoluto disfrutar de un espectáculo en el que el minino se viera en la situación de explicar cómo se había colado allí dentro. En ese momento sería su turno de reír.
—Nyo, soy un gato que se ha transformado en un niño. ¿Nyo es nyevidente? —preguntó—. Kokuō-nyan. Primero me preguntas si soy nyuna invocación. Te respondo que sí. ¡Y nyahora me pregunta que si soy un nyiño! —Levantó los brazos por encima de la cabeza, infantilmente teatral y dramático—. ¡Pero bueno!
—¡Por supuesto que no es evidente! —estalló Kokuō, plantando las palmas de las manos sobre el colchón, con las mejillas encendidas—. He visto centenares de veces a seres humanos transformándose en animales, ¿pero un animal rebajándose a transformarse libremente en un humano? —preguntó, con absoluta repugnancia.
Allí iba de nuevo. Los sentimientos encontrados. Admiración por lo que Daruu había conseguido y, al mismo tiempo, la envidia, los celos, la inseguridad. Kokuō podía sentirlos casi como si fueran propios. Y sabía bien lo que estaba pasando por la cabeza de la muchacha.
—¿Cuándo firmó el joven un pacto de invocación con usted?
Y Kokuō no pudo evitar desviar la mirada en la dirección en la que se encontraba la puerta de entrada y salida del calabozo. Si aquel niño-gato seguía así, era más que probable que alertara a los guardias. Y, siendo sinceros, viendo como se estaba riendo de ella, no le molestaría en absoluto disfrutar de un espectáculo en el que el minino se viera en la situación de explicar cómo se había colado allí dentro. En ese momento sería su turno de reír.
—Nyo, soy un gato que se ha transformado en un niño. ¿Nyo es nyevidente? —preguntó—. Kokuō-nyan. Primero me preguntas si soy nyuna invocación. Te respondo que sí. ¡Y nyahora me pregunta que si soy un nyiño! —Levantó los brazos por encima de la cabeza, infantilmente teatral y dramático—. ¡Pero bueno!
—¡Por supuesto que no es evidente! —estalló Kokuō, plantando las palmas de las manos sobre el colchón, con las mejillas encendidas—. He visto centenares de veces a seres humanos transformándose en animales, ¿pero un animal rebajándose a transformarse libremente en un humano? —preguntó, con absoluta repugnancia.
«Eso... ¿Eso quiere decir que ese gato es una invocación de Daruu-kun?»
Allí iba de nuevo. Los sentimientos encontrados. Admiración por lo que Daruu había conseguido y, al mismo tiempo, la envidia, los celos, la inseguridad. Kokuō podía sentirlos casi como si fueran propios. Y sabía bien lo que estaba pasando por la cabeza de la muchacha.
—¿Cuándo firmó el joven un pacto de invocación con usted?