7/02/2019, 21:09
—Quién me diría a mi hace unos meses que le estaría agradecido de por vida a un uzureño —Daruu soltó una risilla por lo bajo, pero enseguida se dio cuenta de que no todo estaba en orden—: Espera, ¿qué te pasa?
El chico sólo tuvo que seguir la dirección de la mirada de Ayame para reparar en la presencia de Kiroe, que seguía observándolos como si no fueran más que un delicioso espectáculo. Pero algo debió pasar en el momento en el que madre e hijo intercambiaron las miradas, porque la mujer exclamó:
—¡Daruu, no!
—¡DARUU SÍ! —respondió él, abrazándola con más fuerza.
—¿Qué...? —quiso preguntar Ayame.
Pero ni siquiera tuvo tiempo de hacerlo. Su visión se vio súbitamente opacada por un destello rojizo y todo dio vueltas a su alrededor. De un momento a otro, no se encontraban en la habitación de Daruu, sino... en otra diferente. Ayame se giró hacia todas partes y hacia ninguna, alarmada. Y al cabo de varios segundos se dio cuenta de que era la habitación de Daruu en la cabaña de Yachi.
—¿Pero qué...? ¿Cómo has...? ¡¿Estamos en Yachi?! ¡¡Papá me va a matar!! —exclamaba, hilando cada frase con la anterior sin ningún tipo de pausa.
—Muy bien, algo de privacidad —suspiró Daruu, separándose de Ayame y sentándose en el colchón—. No mucha, porque si no vuelves pronto Zetsuo va a matarme.
—Matarnos —le corrigió ella, con un hilo de voz.
—Así que, dime... ¿qué pasó con... Kokuō? ¿Cómo se lo tomó?
Ayame se relajó al escuchar la pregunta.
—Mal, claro. Pero... —Por primera vez en aquel día, la muchacha esbozó una radiante sonrisa—. En cuanto tuve la oportunidad cumplí la primera parte de mi promesa: he roto esa maldita jaula.
El chico sólo tuvo que seguir la dirección de la mirada de Ayame para reparar en la presencia de Kiroe, que seguía observándolos como si no fueran más que un delicioso espectáculo. Pero algo debió pasar en el momento en el que madre e hijo intercambiaron las miradas, porque la mujer exclamó:
—¡Daruu, no!
—¡DARUU SÍ! —respondió él, abrazándola con más fuerza.
—¿Qué...? —quiso preguntar Ayame.
Pero ni siquiera tuvo tiempo de hacerlo. Su visión se vio súbitamente opacada por un destello rojizo y todo dio vueltas a su alrededor. De un momento a otro, no se encontraban en la habitación de Daruu, sino... en otra diferente. Ayame se giró hacia todas partes y hacia ninguna, alarmada. Y al cabo de varios segundos se dio cuenta de que era la habitación de Daruu en la cabaña de Yachi.
—¿Pero qué...? ¿Cómo has...? ¡¿Estamos en Yachi?! ¡¡Papá me va a matar!! —exclamaba, hilando cada frase con la anterior sin ningún tipo de pausa.
—Muy bien, algo de privacidad —suspiró Daruu, separándose de Ayame y sentándose en el colchón—. No mucha, porque si no vuelves pronto Zetsuo va a matarme.
—Matarnos —le corrigió ella, con un hilo de voz.
—Así que, dime... ¿qué pasó con... Kokuō? ¿Cómo se lo tomó?
Ayame se relajó al escuchar la pregunta.
—Mal, claro. Pero... —Por primera vez en aquel día, la muchacha esbozó una radiante sonrisa—. En cuanto tuve la oportunidad cumplí la primera parte de mi promesa: he roto esa maldita jaula.