14/02/2019, 03:18
—Hay varias versiones, pero la más conocida cuenta así: en una época tan antigua que ha sido olvidada, los dioses que vivían en el reino superior (el cielo) pasaban la eternidad descansando en un hermoso jardín. Aquel lugar de belleza y deleite contenía todas las flores que han existido, existen o existirán. Pero dicho lugar necesitaba ser cuidado eternamente, por lo que concedieron la inmortalidad a una humana que consideraron digna, para que lo protegiese por siempre, una mujer llamada Haru.
»La humana cumplió con su tarea durante miles de años, honrada y satisfecha. Pero algo atormentaba su corazón: en el jardín había un estanque místico, con el cual podía observar el mundo terrenal. Dedicaba sus horas libres a contemplar el reino de los mortales, viendo como en la tierra solo había marrones y verdes… No había colores o dulces aromas, no había flores.
»Triste por el hecho de que los terrenales jamás habían conocido la belleza de las flores, pregunto a los dioses si podía hacer algo por ellos. Estos le contestaron que sería muy fácil el darles a los humanos el regalo de las flores, pero eran indignos de tener un tesoro que solo debía ser contemplado por ellos.
»Incapaz de tolerar esta injusticia, la guardiana del jardín se sumergió en el místico estanque y escapo hacia la tierra, llevando todo lo que pudo consigo (un tarro de semillas y una colmena de abejas). De inmediato los dioses iniciaron su persecución, pero ella les evadió durante la cuarta parte de un año.
»Para cuando la apresaron, ya había recorrido gran parte del mundo y esparcido por el mismo gran variedad de flores. Las mismas habían prosperado tanto y de forma tan hermosa que los dioses se vieron incapaces de destruirlas. Además de eso, el tiempo de la guardiana en la tierra fue el suficiente como para revelar el prohibido lenguaje de las flores, los sagrados conocimientos del arte con las mismas y los prodigiosos métodos de las abejas y la miel… Y también les revelos a algunos elegidos los secretos de las flores místicas, aunque lo hizo de forma tan secreta que sus divinos señores no se enteraron hasta milenios después.
»Por haber dado semejante regalo a los indignos humanos, los dioses la condenaron a pasar la eternidad recluida en una cárcel de espinas, atendiendo un jardín que florecía durante la noche y que se marchitaba durante el día… Y allí la dejaron, con el único consuelo de poseer un estanque que le permitía mirar hacia la tierra durante la misma cuarta parte de un año que allí estuvo, una estación a la que luego llamaron como a quien la creo, Haru, la primavera, la que trae las flores desde el jardin del reino superior.
»La humana cumplió con su tarea durante miles de años, honrada y satisfecha. Pero algo atormentaba su corazón: en el jardín había un estanque místico, con el cual podía observar el mundo terrenal. Dedicaba sus horas libres a contemplar el reino de los mortales, viendo como en la tierra solo había marrones y verdes… No había colores o dulces aromas, no había flores.
»Triste por el hecho de que los terrenales jamás habían conocido la belleza de las flores, pregunto a los dioses si podía hacer algo por ellos. Estos le contestaron que sería muy fácil el darles a los humanos el regalo de las flores, pero eran indignos de tener un tesoro que solo debía ser contemplado por ellos.
»Incapaz de tolerar esta injusticia, la guardiana del jardín se sumergió en el místico estanque y escapo hacia la tierra, llevando todo lo que pudo consigo (un tarro de semillas y una colmena de abejas). De inmediato los dioses iniciaron su persecución, pero ella les evadió durante la cuarta parte de un año.
»Para cuando la apresaron, ya había recorrido gran parte del mundo y esparcido por el mismo gran variedad de flores. Las mismas habían prosperado tanto y de forma tan hermosa que los dioses se vieron incapaces de destruirlas. Además de eso, el tiempo de la guardiana en la tierra fue el suficiente como para revelar el prohibido lenguaje de las flores, los sagrados conocimientos del arte con las mismas y los prodigiosos métodos de las abejas y la miel… Y también les revelos a algunos elegidos los secretos de las flores místicas, aunque lo hizo de forma tan secreta que sus divinos señores no se enteraron hasta milenios después.
»Por haber dado semejante regalo a los indignos humanos, los dioses la condenaron a pasar la eternidad recluida en una cárcel de espinas, atendiendo un jardín que florecía durante la noche y que se marchitaba durante el día… Y allí la dejaron, con el único consuelo de poseer un estanque que le permitía mirar hacia la tierra durante la misma cuarta parte de un año que allí estuvo, una estación a la que luego llamaron como a quien la creo, Haru, la primavera, la que trae las flores desde el jardin del reino superior.