17/02/2019, 16:40
— ¿Y por qué tengo que llevar esto? Pensaba que veníamos a pasarlo bien.
Vestía con un Yukata de lineas horizontales, el fondo era gris oscuro y las lineas eran amarillo pálido. Obviamente, como casi toda la vestimenta que tenía en casa, en la espalda llevaba una enorme espiral carmesí, símbolo de la familia de mi madre y de la villa. El Obi era de ese mismo color. Sin embargo, para alguien que de normal viste cosas normales, ir tan formal era molesto, inmaniobrable e insoportable. Hasta iba repeinado con el pelo hacia atrás, era como ir de antiyo.
— Venga, no te quejes tanto, aceptaste venir bien vestido.
Ay, los tratos a medias tintas de mi madre. Tantas mentiras en tan pocas palabras.
— Primero, juraste que habría una cantidad importante de comida, cosa que no tengo ni veo. Segundo, dijiste que ibas a comprarle algo igual de ridiculo a Stuffy, ¡y miralo! Con sus pelos al aire como siempre.
Stuffy iba al lado, todo lo que llevaba era un lazo del mismo carmesí que todo en esta villa atado al cuello.
— Calla, más me duele a mí. ¿No te acuerdas que hace unos años le compramos un vestidito pequeñito que era monisimo? Pues pensé que podría encontrar algo parecido tamaño oso, pero al final nada. ¡Es que ha crecido mucho!
El can ladró afirmando que recordaba la escena. Yo tenía recuerdos borrosos de un perro tuerto vestido de color, sorpresa, sorpresa, carmesí. Con un falso yukata y un falso obi puestos, en versión perruna, todo lleno de florecitas y figuritas de perro. Imaginarmelo ahora vestido con eso, bueno, joder, era tan ridículo que hubiese valido la pena la tortura.
— ¡Y lo de la comida has sido tú el que no ha querido pararse en los puestos del principio!
Me acusó, de nuevo, saltándose los detalles más importantes.
— ¡Vendían pescado! ¿Crees que me visto así para comer pescado? ¿Quien demonios quiere pescado en una noche de fiesta? ¿Acaso soy azul y tengo branquias? ¡No! Es como si me vendiesen ahora una ensalada. ¿Soy verde y suelto savia? Pues ya está. Soy de carne, por lo que necesito carne para vivir.
Por si esa murga no fuese suficiente, mi padre se acercó y me pasó un brazo por el cuello, y me preparé para una segunda murga.
— Mira, chaval, con ese Yukata conquisté yo a tu madre. A ver si te pones las pilas y te ligas tú también una Uzumaki. Eso es tener nivel. La gente que se casa con Inuzukas o Naras o mierdas de estas, no saben lo que es bueno. En cambio mira a tu viejo. Todos los hijos torpes y lerdos, pero la mujer, la mujer de diez. ¿Y quien elegí yo? A tu madre, vosotros sois una mala combinación de los genes de tu abuelo. Así que deja de hacer el idiota y céntrate chaval.
Yo pensaba que yo me liaba a hablar, pero mi padre trabajaba otro nivel.
— Te he dicho mil veces que Eri está a otro nivel, es Jounin, Uzumaki, tiene clase, tiene inteligencia, no veo ninguna forma viable de que se fije en mí.
— Eres llorón de cojones, joder. Tu madre casi nació Jounin, ¿y yo? Subí a Chunin poco antes de empezar a tener niños llorones. ¿Ves el problema? No, porque no lo hay. Lo importante es echarle huevos. ¿Cuantos inutiles crees que hay como tú? Un montón. Idiotas que dicen "Es que no estoy a su nivel" y ni la saludan. Solo tienes que echarle huevos, joder, encima tú tienes la baza de que sois amigos desde pequeños. Yo a tu madre me la trabajé de cero.
Mi madre estaba hablando con Stuffy ignorándonos a mi y a mi padre, empecé a plantearme si lo de que no me hiciesen ni puto caso venía de mi padre. En esencia, ¿no era lo mismo? Mi padre era una versión cutre de mi y mi madre... mi madre parecía tener dos años más que Eri a lo sumo. Se mantenía increiblemente joven, fruto de las trampas de la genética.
— No me comas la cabeza. Eri y yo somos amigos, y ya.
¿O qué? ¿Eramos siquiera amigos? Es decir, ella defendía a muerte a una amenia de tres al cuarto que daba la casualidad de que era una bomba atómica de las tres que tenemos divididas entre las villas, pero, ¿y a mí? ¿En qué consideración me tenía a mí? No tenía ni puta idea, ni ninguna forma de corroborarlo. Preguntarle a Datsue era más suicidio que otra cosa, porque ese chaval no iba a soltar el tema hasta que nos casáramos o me matase Eri.
Al volver a buscar a mi madre con la mirada, estaba parada delante de una caseta donde había toda una congregación de personas haciendo barullo. Stuffy parecía haber reconocido a alguien y se había echado encima como siempre.
— ¡Eri-chan! Enhorabuena por tu ascenso. A ver si vienes a vernos más a menudo, que hace un año que no se te ve el pelo por mi casa. ¿Ya ha dicho algo el energúmeno de mi hijo? Tú no le hagas caso. Pasaos todos un día y preparamos una barbacoa o algo. Los niños de hoy en día, en cuanto crecéis un poco no queréis saber nada de nosotros.
De pronto me sentía como si tuviese siete años, controlando las ganas de encerrar a mi madre en casa para siempre. Me acerqué saludando a Eri con la mirada, mientras mi madre se sentaba alegremente a charlar con sus hermanos y mi padre pedía algo de alcohol al tendero.
Si Dios existía, era el momento de que me matase.
Vestía con un Yukata de lineas horizontales, el fondo era gris oscuro y las lineas eran amarillo pálido. Obviamente, como casi toda la vestimenta que tenía en casa, en la espalda llevaba una enorme espiral carmesí, símbolo de la familia de mi madre y de la villa. El Obi era de ese mismo color. Sin embargo, para alguien que de normal viste cosas normales, ir tan formal era molesto, inmaniobrable e insoportable. Hasta iba repeinado con el pelo hacia atrás, era como ir de antiyo.
— Venga, no te quejes tanto, aceptaste venir bien vestido.
Ay, los tratos a medias tintas de mi madre. Tantas mentiras en tan pocas palabras.
— Primero, juraste que habría una cantidad importante de comida, cosa que no tengo ni veo. Segundo, dijiste que ibas a comprarle algo igual de ridiculo a Stuffy, ¡y miralo! Con sus pelos al aire como siempre.
Stuffy iba al lado, todo lo que llevaba era un lazo del mismo carmesí que todo en esta villa atado al cuello.
— Calla, más me duele a mí. ¿No te acuerdas que hace unos años le compramos un vestidito pequeñito que era monisimo? Pues pensé que podría encontrar algo parecido tamaño oso, pero al final nada. ¡Es que ha crecido mucho!
El can ladró afirmando que recordaba la escena. Yo tenía recuerdos borrosos de un perro tuerto vestido de color, sorpresa, sorpresa, carmesí. Con un falso yukata y un falso obi puestos, en versión perruna, todo lleno de florecitas y figuritas de perro. Imaginarmelo ahora vestido con eso, bueno, joder, era tan ridículo que hubiese valido la pena la tortura.
— ¡Y lo de la comida has sido tú el que no ha querido pararse en los puestos del principio!
Me acusó, de nuevo, saltándose los detalles más importantes.
— ¡Vendían pescado! ¿Crees que me visto así para comer pescado? ¿Quien demonios quiere pescado en una noche de fiesta? ¿Acaso soy azul y tengo branquias? ¡No! Es como si me vendiesen ahora una ensalada. ¿Soy verde y suelto savia? Pues ya está. Soy de carne, por lo que necesito carne para vivir.
Por si esa murga no fuese suficiente, mi padre se acercó y me pasó un brazo por el cuello, y me preparé para una segunda murga.
— Mira, chaval, con ese Yukata conquisté yo a tu madre. A ver si te pones las pilas y te ligas tú también una Uzumaki. Eso es tener nivel. La gente que se casa con Inuzukas o Naras o mierdas de estas, no saben lo que es bueno. En cambio mira a tu viejo. Todos los hijos torpes y lerdos, pero la mujer, la mujer de diez. ¿Y quien elegí yo? A tu madre, vosotros sois una mala combinación de los genes de tu abuelo. Así que deja de hacer el idiota y céntrate chaval.
Yo pensaba que yo me liaba a hablar, pero mi padre trabajaba otro nivel.
— Te he dicho mil veces que Eri está a otro nivel, es Jounin, Uzumaki, tiene clase, tiene inteligencia, no veo ninguna forma viable de que se fije en mí.
— Eres llorón de cojones, joder. Tu madre casi nació Jounin, ¿y yo? Subí a Chunin poco antes de empezar a tener niños llorones. ¿Ves el problema? No, porque no lo hay. Lo importante es echarle huevos. ¿Cuantos inutiles crees que hay como tú? Un montón. Idiotas que dicen "Es que no estoy a su nivel" y ni la saludan. Solo tienes que echarle huevos, joder, encima tú tienes la baza de que sois amigos desde pequeños. Yo a tu madre me la trabajé de cero.
Mi madre estaba hablando con Stuffy ignorándonos a mi y a mi padre, empecé a plantearme si lo de que no me hiciesen ni puto caso venía de mi padre. En esencia, ¿no era lo mismo? Mi padre era una versión cutre de mi y mi madre... mi madre parecía tener dos años más que Eri a lo sumo. Se mantenía increiblemente joven, fruto de las trampas de la genética.
— No me comas la cabeza. Eri y yo somos amigos, y ya.
¿O qué? ¿Eramos siquiera amigos? Es decir, ella defendía a muerte a una amenia de tres al cuarto que daba la casualidad de que era una bomba atómica de las tres que tenemos divididas entre las villas, pero, ¿y a mí? ¿En qué consideración me tenía a mí? No tenía ni puta idea, ni ninguna forma de corroborarlo. Preguntarle a Datsue era más suicidio que otra cosa, porque ese chaval no iba a soltar el tema hasta que nos casáramos o me matase Eri.
Al volver a buscar a mi madre con la mirada, estaba parada delante de una caseta donde había toda una congregación de personas haciendo barullo. Stuffy parecía haber reconocido a alguien y se había echado encima como siempre.
— ¡Eri-chan! Enhorabuena por tu ascenso. A ver si vienes a vernos más a menudo, que hace un año que no se te ve el pelo por mi casa. ¿Ya ha dicho algo el energúmeno de mi hijo? Tú no le hagas caso. Pasaos todos un día y preparamos una barbacoa o algo. Los niños de hoy en día, en cuanto crecéis un poco no queréis saber nada de nosotros.
De pronto me sentía como si tuviese siete años, controlando las ganas de encerrar a mi madre en casa para siempre. Me acerqué saludando a Eri con la mirada, mientras mi madre se sentaba alegremente a charlar con sus hermanos y mi padre pedía algo de alcohol al tendero.
Si Dios existía, era el momento de que me matase.
—Nabi—