26/02/2019, 23:27
Caminó junto a Eri, con las manos metidas en los bolsillos y todavía alerta. Para su sorpresa, la verdad es que no se sabía el camino hacia la cafetería por sí misma, pese a que era un lugar en el que, según palabras suyas, solía estar con Ayame. Daruu levantó una ceja con desconfianza y escepticismo cuando Eri se paró a preguntar a un lugareño. A pesar de ello se obligó a seguir confiando en ella por un rato más. Los chicos llegaron a una plaza grande, y una vez ahí, caminaron hacia un pequeño establecimiento con el nombre prometido.
Daruu se agachó para no chocar con los cascabeles de la entrada. Les recibió una mujer con ojeras que ni siquiera apartó la mirada de su periódico. «Qué maleducada», pensó Daruu, imaginándose la alegría con la que habitualmente su madre recibía a la clientela.
Se sentaron en una mesa cerca de la ventana. Daruu asintió, simplemente, cuando Eri declaró que era el lugar que ocupaba con Ayame. Luego, imitando a la Uzumaki, tomó la carta y le echó una ojeada.
—¡Uff, qué buena pinta! —Se le escapó. Miró brevemente a Eri y apartó la mirada—. Hay un chocolate blanco con caramelo, nata y canela por encima —dijo, como excusando el entusiasmo—. Tiene que estar bien. —Daruu echó un vistazo a la dueña del Teté, que seguía investigando su periódico con sumo interés—. ¿Y aquí vienen a preguntarte qué quieres, o tienes que ir a pedirlo? —murmuró.
Daruu se agachó para no chocar con los cascabeles de la entrada. Les recibió una mujer con ojeras que ni siquiera apartó la mirada de su periódico. «Qué maleducada», pensó Daruu, imaginándose la alegría con la que habitualmente su madre recibía a la clientela.
Se sentaron en una mesa cerca de la ventana. Daruu asintió, simplemente, cuando Eri declaró que era el lugar que ocupaba con Ayame. Luego, imitando a la Uzumaki, tomó la carta y le echó una ojeada.
—¡Uff, qué buena pinta! —Se le escapó. Miró brevemente a Eri y apartó la mirada—. Hay un chocolate blanco con caramelo, nata y canela por encima —dijo, como excusando el entusiasmo—. Tiene que estar bien. —Daruu echó un vistazo a la dueña del Teté, que seguía investigando su periódico con sumo interés—. ¿Y aquí vienen a preguntarte qué quieres, o tienes que ir a pedirlo? —murmuró.