4/03/2019, 12:46
—Buenos días, ¿Daruu-san?
Una voz a sus espaldas le sobresaltó. Se dio la vuelta. Resultó ser la voz de un niño pequeño, como mucho, de diez años de edad. Rubio, con el cabello repeinado hacia un lado. Se habría dado cuenta de que era el genin que le habían asignado para su misión de no ser por lo pequeño que era, y porque un curioso antifaz rojo con ojos dibujados le tapaba la bandana.
—Eh... sí, sí. Soy yo. ¿Qué te ocurre, chico? —preguntó, acariciándose la barbilla. Se levantó sobre las puntas de sus pies tratando de otear en la lejanía al genin que le habían asignado.
Una voz a sus espaldas le sobresaltó. Se dio la vuelta. Resultó ser la voz de un niño pequeño, como mucho, de diez años de edad. Rubio, con el cabello repeinado hacia un lado. Se habría dado cuenta de que era el genin que le habían asignado para su misión de no ser por lo pequeño que era, y porque un curioso antifaz rojo con ojos dibujados le tapaba la bandana.
—Eh... sí, sí. Soy yo. ¿Qué te ocurre, chico? —preguntó, acariciándose la barbilla. Se levantó sobre las puntas de sus pies tratando de otear en la lejanía al genin que le habían asignado.