15/03/2019, 23:26
La vi sonreír ante mi respuesta, y una única cosa me pasaba por la cabeza 'ahora es cuando me despierto casi seguro, nunca llego a ver el desnudo'. Pero parecía que el sueño no acababa ahí, porque Eri volvió a hablar, de forma totalmente normal y nadie estaba tirando de mi para que volviese a la realidad. Y la verdad, si tenía que elegir entre la realidad triste o salir con Eri, me quedo con Eri para siempre en este sueño y que muera mi cuerpo mortal en coma vegetativo.
—S-sí. Era eso lo que quería decirte. ¿Q-quieres que pasemos juntos el festival para celebrarlo?
— Sí, claro, por supuesto, sí. Claro. Por supuesto.
Mi mente estaba empezando a improvisar, incluso más de lo normal. Normalmente, hay unas breves directrices de fondo y lo que improviso, de forma maravillosa, cabe decir, era todo lo demás. Sin embargo, ninguna situación en mi vida de shinobi me había preparado para lo que estaba por venir. Eri me miraba, yo la miraba y ambos sonreíamos. Hasta ahí todo bien. ¿Y ahora qué?
¿Le cojo la mano? ¿Pensara que voy rápido o que voy lento? ¿Debería agarrarla de la cintura? ¿Mearle encima para que los demás sepan que es mi territorio? ¿Y si ella esperaba algo y yo no se lo daba? ¿Y si me pasaba de listo y me acababa llamando pervertido y me tiraba por un despeñadero? Bueno, y si no me tiraba ella, ya me tiraba yo. Mejor no hacer nada hasta que ella no dijese que lo hiciese, sí. La iniciativa es de amenios provocando guerras, nada de eso, mejor actuar siempre en contraataque, nada de inventiva propia, que el mundo ya me había demostrado varias veces que yo mejor me quedo quietecito, que si no, la lio.
— Y... ¿qué quieres hacer?
Yo quería besarla hasta que despertara, porque iba a despertarme en cualquier momento y había que aprovechar. Pero nada de iniciativa. Nada de iniciativa, Nabi, que la lias. Tienes razón, Nabi, si ya lo sé, pero es que mirala. Ya la veo, callate. Nada de iniciativa, coño.
—S-sí. Era eso lo que quería decirte. ¿Q-quieres que pasemos juntos el festival para celebrarlo?
— Sí, claro, por supuesto, sí. Claro. Por supuesto.
Mi mente estaba empezando a improvisar, incluso más de lo normal. Normalmente, hay unas breves directrices de fondo y lo que improviso, de forma maravillosa, cabe decir, era todo lo demás. Sin embargo, ninguna situación en mi vida de shinobi me había preparado para lo que estaba por venir. Eri me miraba, yo la miraba y ambos sonreíamos. Hasta ahí todo bien. ¿Y ahora qué?
¿Le cojo la mano? ¿Pensara que voy rápido o que voy lento? ¿Debería agarrarla de la cintura? ¿Mearle encima para que los demás sepan que es mi territorio? ¿Y si ella esperaba algo y yo no se lo daba? ¿Y si me pasaba de listo y me acababa llamando pervertido y me tiraba por un despeñadero? Bueno, y si no me tiraba ella, ya me tiraba yo. Mejor no hacer nada hasta que ella no dijese que lo hiciese, sí. La iniciativa es de amenios provocando guerras, nada de eso, mejor actuar siempre en contraataque, nada de inventiva propia, que el mundo ya me había demostrado varias veces que yo mejor me quedo quietecito, que si no, la lio.
— Y... ¿qué quieres hacer?
Yo quería besarla hasta que despertara, porque iba a despertarme en cualquier momento y había que aprovechar. Pero nada de iniciativa. Nada de iniciativa, Nabi, que la lias. Tienes razón, Nabi, si ya lo sé, pero es que mirala. Ya la veo, callate. Nada de iniciativa, coño.
—Nabi—