23/03/2019, 13:46
Akame se había quedado completamente paralizado por la sorpresa y el miedo. «De todas las personas que hay en este mundo, ¿tenía que ser ella? Joder, ¿y si me ha reconocido? No, no puede ser... Yo... Yo no soy la persona que ella conoce. No, no puede ser...» Hasta ese momento él había pensado que todas las Aldeas ninja le daban por muerto —tal y como su antigua maestra le había asegurado—, pero, ¿y si no era cierto? ¿Y si alguien le había reconocido durante aquellos meses, y Uzushiogakure estaba buscándole? «Tengo que... Tengo que averiguar más», concluyó el antaño shinobi.
Con una mano temblorosa Akame le entregó la talla del gato a la kunoichi y con la otra cogió la nueva moneda de cinco ryos que ella le ofrecía. Su mirada estaba ahora baja, fija en las sandalias ninja de Ayame, sin querer arriesgarse a que sus ojos volvieran a cruzarse y ella le reconociese; si es que no lo había hecho ya. El Uchiha se notaba la boca seca y un nudo en el estómago que amenazaba con ahogarle; nada le aseguraba que, incluso si Uzu no le estaba buscando, la Lluvia no pudiera tomarse la venganza por su cuenta ahora que él no estaba bajo el paraguas de Hanabi. Entonces Ayame le preguntó por las horribles cicatrices que marcaban parte de su rostro, y él se encogió como si hubiera recibido un palo, ajustándose disimuladamente el kasa de paja.
—Un desafortunado accidente se... Señorita. No... No se preocupe —atinó a decir, presa del miedo—. Señorita, usted... Usted es ninja, ¿no? —inquirió, y rápidamente trató de excusarse—. Es... Es por sus sandalias, son sandalias de ninja, ¿verdad? Sí, yo creo que lo son...
Calabaza —el nuevo Akame— se revolvió, visiblemente incómodo, en su posición.
—Usted... Bueno, ¿podría...? ¿Podría decirme si hay noticias sobre las otras Aldeas? —preguntó con la voz temblorosa—. Aquí hacemos frontera con Uzu no Kuni, y... Y hace tiempo corrían rumores de que algo muy... Muy malo había pasado allí. Pero ya no sé nada, la gente no habla de ello... Usted... ¿Usted sabe qué ha pasado?
Con una mano temblorosa Akame le entregó la talla del gato a la kunoichi y con la otra cogió la nueva moneda de cinco ryos que ella le ofrecía. Su mirada estaba ahora baja, fija en las sandalias ninja de Ayame, sin querer arriesgarse a que sus ojos volvieran a cruzarse y ella le reconociese; si es que no lo había hecho ya. El Uchiha se notaba la boca seca y un nudo en el estómago que amenazaba con ahogarle; nada le aseguraba que, incluso si Uzu no le estaba buscando, la Lluvia no pudiera tomarse la venganza por su cuenta ahora que él no estaba bajo el paraguas de Hanabi. Entonces Ayame le preguntó por las horribles cicatrices que marcaban parte de su rostro, y él se encogió como si hubiera recibido un palo, ajustándose disimuladamente el kasa de paja.
—Un desafortunado accidente se... Señorita. No... No se preocupe —atinó a decir, presa del miedo—. Señorita, usted... Usted es ninja, ¿no? —inquirió, y rápidamente trató de excusarse—. Es... Es por sus sandalias, son sandalias de ninja, ¿verdad? Sí, yo creo que lo son...
Calabaza —el nuevo Akame— se revolvió, visiblemente incómodo, en su posición.
—Usted... Bueno, ¿podría...? ¿Podría decirme si hay noticias sobre las otras Aldeas? —preguntó con la voz temblorosa—. Aquí hacemos frontera con Uzu no Kuni, y... Y hace tiempo corrían rumores de que algo muy... Muy malo había pasado allí. Pero ya no sé nada, la gente no habla de ello... Usted... ¿Usted sabe qué ha pasado?