27/03/2019, 18:02
El público rompió en aplausos durante apenas unos segundos. Los suficientes para que Don Prodigio bebiera de ellos, inclinándose y con un florido gesto de su brazo. El ilustre mago tomó a Ayame por la muñeca y la invitó a hacer ella también una reverencia. Ayame obedeció, aunque su gesto desde luego fue bastante más torpe que el de quien vivía del mundo del espectáculo.
Después del numerito del teletransporte, Don Prodigio volvió a lanzar nuevas indicaciones a sus ayudantes, quienes juntaron los dos armarios justo en el centro del escenario. Ambos se metieron en las cajas, y con el estridente sonido de sus maniobras Ayame enseguida comprobó, para su horror, que su labor allí no había terminado.
—Ah, pero esto no es todo, mi estimado público! ¡Las fuerzas arcanas del Éter no sólo pueden ser usadas para transportar a una persona de un lugar a otro en menos que canta un gallo, no señor! ¡Ahora, prepárense para ir... MÁS ALLÁ! —anunciaba Don Prodigio a viva voz, girando sobre sí mismo como una peonza y haciendo volar su capa al compás de su movimiento—. ¡Gracias a la asombrosa Duplicación Intercalada Mediante Gigaelectrones de Don Prodigio, una persona puede desdoblarse en dos copias idénticas de sí misma!
«¿Ahora una técnica de clonación?» Se preguntó Ayame, sumamente intrigada.
El público soltó una tenue exclamación de asombro, su emoción se diluía fácilmente en un ambiente que distaba mucho de resultar tan espectacular como debiera.
Don Prodigio le indicó a Ayame que entrara en los armarios, aunque la muchacha pronto comprobó que ahora era uno solo. Los dos ayudantes debían de haberlos juntado en un plisplás, mientras el mago continuaba con su discurso sobre las fuerzas místicas del Éter y lo Arcano...
—¡Prepárense, buenas gentes, para presenciar el poder de las energías del Arcanum!
Las puertas se cerraron, y Ayame volvió a quedarse aislada. La muchacha no pudo evitar mirarse los pies, esperando que otra trampilla se la tragara de improviso. Sin embargo, fue la pared trasera del armario la que se abrió con un chasquido. Allí, los dos ayudantes se afanaban por abrir las tablas del fondo del armario mientras la mujer de ojos ardientes les pasaba varios espejos del tamaño perfecto para que encajaran.
«Así que el poder de las energías del Arcanum y del Más Allá son simples espejos.» Pensó Ayame, divertida, mientras los observaba con detenimiento.
Sin embargo, parecía que ni el Éter, ni las energías del Arcanum, ni el Más Allá estaban aquel día con el mago. La mala suerte quiso que uno de los espejos resbalara de las manos de la mujer y terminara cayendo contra el suelo de la playa, haciéndose añicos de inmediato.
—Uh... —gimoteó Ayame, con un gesto de dolor. Sólo podían rezar porque el público no hubiese escuchado el estruendo del cristal rompiéndose.
—¡Mierda, joder, coño! —maldecía en voz baja la mujer—. ¿No podéis hacer el truco con un espejo de menos?
—Con un espejo de menos el reflejo no parecerá lo suficientemente convincente —respondió uno de los dos ayudantes, dirigiéndole una mirada asesina.
—Eso, eso —añadió el otro—. Para que parezca que hay dos chicas cuando las puertas del armario se abran, todos los espejos deben estar perfectamente colocados y sincronizados...
Ayame torció el gesto ligeramente. Comenzaba a cuestionarse si estaba bien que utilizara y mostrara sus técnicas ninja de aquella manera, aunque enseguida se respondió con que en realidad aquel público pensaba que sólo se trataban de trucos de magia de Don Prodigio. Ella no era más que una pobre afortunada a la que habían invitado a subir al escenario. Por otro lado, ella no conocía técnicas de espejos. Lo máximo que podía hacer era...
—Creo que va siendo hora de olvidar el Arcanum y llamar a las fuerzas místicas del chakra —habló, cruzando los dedos índice y corazón de una mano sobre los de la otra en un característico sello. Junto a ella estalló súbitamente una débil nube de humo que reveló una réplica exacta de Ayame en cuanto se disipó. Ambas kunoichi se señalaron mutuamente, y ambas hablaron al unísono—. ¿Os sirve?
No iba a negar que durante un momento había tenido la dulce tentación de sacar a Kokuō... Pero el público esperaba ver una hermana gemela de Ayame y además estaba convencida de que el Bijū no colaboraría como debería hacer.
Después del numerito del teletransporte, Don Prodigio volvió a lanzar nuevas indicaciones a sus ayudantes, quienes juntaron los dos armarios justo en el centro del escenario. Ambos se metieron en las cajas, y con el estridente sonido de sus maniobras Ayame enseguida comprobó, para su horror, que su labor allí no había terminado.
—Ah, pero esto no es todo, mi estimado público! ¡Las fuerzas arcanas del Éter no sólo pueden ser usadas para transportar a una persona de un lugar a otro en menos que canta un gallo, no señor! ¡Ahora, prepárense para ir... MÁS ALLÁ! —anunciaba Don Prodigio a viva voz, girando sobre sí mismo como una peonza y haciendo volar su capa al compás de su movimiento—. ¡Gracias a la asombrosa Duplicación Intercalada Mediante Gigaelectrones de Don Prodigio, una persona puede desdoblarse en dos copias idénticas de sí misma!
«¿Ahora una técnica de clonación?» Se preguntó Ayame, sumamente intrigada.
El público soltó una tenue exclamación de asombro, su emoción se diluía fácilmente en un ambiente que distaba mucho de resultar tan espectacular como debiera.
Don Prodigio le indicó a Ayame que entrara en los armarios, aunque la muchacha pronto comprobó que ahora era uno solo. Los dos ayudantes debían de haberlos juntado en un plisplás, mientras el mago continuaba con su discurso sobre las fuerzas místicas del Éter y lo Arcano...
—¡Prepárense, buenas gentes, para presenciar el poder de las energías del Arcanum!
Las puertas se cerraron, y Ayame volvió a quedarse aislada. La muchacha no pudo evitar mirarse los pies, esperando que otra trampilla se la tragara de improviso. Sin embargo, fue la pared trasera del armario la que se abrió con un chasquido. Allí, los dos ayudantes se afanaban por abrir las tablas del fondo del armario mientras la mujer de ojos ardientes les pasaba varios espejos del tamaño perfecto para que encajaran.
«Así que el poder de las energías del Arcanum y del Más Allá son simples espejos.» Pensó Ayame, divertida, mientras los observaba con detenimiento.
Sin embargo, parecía que ni el Éter, ni las energías del Arcanum, ni el Más Allá estaban aquel día con el mago. La mala suerte quiso que uno de los espejos resbalara de las manos de la mujer y terminara cayendo contra el suelo de la playa, haciéndose añicos de inmediato.
—Uh... —gimoteó Ayame, con un gesto de dolor. Sólo podían rezar porque el público no hubiese escuchado el estruendo del cristal rompiéndose.
—¡Mierda, joder, coño! —maldecía en voz baja la mujer—. ¿No podéis hacer el truco con un espejo de menos?
—Con un espejo de menos el reflejo no parecerá lo suficientemente convincente —respondió uno de los dos ayudantes, dirigiéndole una mirada asesina.
—Eso, eso —añadió el otro—. Para que parezca que hay dos chicas cuando las puertas del armario se abran, todos los espejos deben estar perfectamente colocados y sincronizados...
Ayame torció el gesto ligeramente. Comenzaba a cuestionarse si estaba bien que utilizara y mostrara sus técnicas ninja de aquella manera, aunque enseguida se respondió con que en realidad aquel público pensaba que sólo se trataban de trucos de magia de Don Prodigio. Ella no era más que una pobre afortunada a la que habían invitado a subir al escenario. Por otro lado, ella no conocía técnicas de espejos. Lo máximo que podía hacer era...
—Creo que va siendo hora de olvidar el Arcanum y llamar a las fuerzas místicas del chakra —habló, cruzando los dedos índice y corazón de una mano sobre los de la otra en un característico sello. Junto a ella estalló súbitamente una débil nube de humo que reveló una réplica exacta de Ayame en cuanto se disipó. Ambas kunoichi se señalaron mutuamente, y ambas hablaron al unísono—. ¿Os sirve?
No iba a negar que durante un momento había tenido la dulce tentación de sacar a Kokuō... Pero el público esperaba ver una hermana gemela de Ayame y además estaba convencida de que el Bijū no colaboraría como debería hacer.