1/04/2019, 00:33
(Última modificación: 1/04/2019, 00:33 por Aotsuki Ayame.)
—Ni te imaginas, tía —bufó Ryuka—. La semana pasada, en Minori, se nos atascó la trampilla. Se suponía que Kuma la había arreglado —añadió, señalando al guardián de cara bobalicona que parecía un oso gigante de peluche—, pero ya has visto que sigue sin funcionar bien. Y allí no teníamos a un voluntario tan... Guay como tú.
—Oh, vamos... —Ayame, ruborizada hasta las orejas, no pudo reprimir una sonrisa mientras se frotaba la nuca con gesto avergonzado.
—Otra de las veces Ichi se puso enfermo y yo tuve que sustituirle, pero claro, no tengo tanta práctica en el truco de montar y desmontar los armarios, así que lo hice mal y en mitad del número mi armario se vino abajo...
Algo que llamó la atención de Ayame fue la forma en la que Ryuka hablaba de todas aquellas calamidades: pese a todo, había cierto atisbo de cariño en su tono de voz. Como si, a pesar de las adversidades, todos aquellos momentos terminaran valiendo la pena.
—Así que ya ves, hoy ha sido uno de nuestros mejores números... Y te lo debemos a ti. Aunque, si te digo la verdad, no sé cómo compensártelo. De dinero olvídate —aclaró, de forma abrupta.
Y Ayame sacudió ambas manos en el aire con una sonrisilla.
—Oh, por eso no te preocupes. No tienes que compensarme nada, lo he hecho porque he querido y la verdad es que ha sido divertido.
—Pero... Podría enseñarte alguno de mis trucos. Soy una tragafuego de primera, aunque Don Prodigio no confía en mi desde una vez que, bueno... Prendí fuego a su capa favorita.
Ayame alzó ambas cejas, llena de curiosidad por aquella historia. Y Ryuka no tardó ni un instante en satisfacerla.
—¡Pero sólo me ha pasado una vez! En... El último mes —admitió luego, y ambas chicas se rieron al unísono—. ¡Como sea! ¿Quieres verlo? En Inaka me hice bastante famosa, aunque claro, allí el público no es tan fácil como aquí... Supongo que es la vida en el desierto, nos vuelve bastante pragmáticos y aburridos. ¡Por eso me largué!
—¡Me encantaría verlo! —admitió Ayame, con ojos brillantes.
Había escuchado muchas historias sobre los tragafuegos, pero nunca había tenido la fortuna de ver a uno en carne y hueso... o al menos a uno que no usara el chakra, por supuesto. Aunque una parte de ella, después de haber escuchado las aventuras y desventuras de aquel grupo ambulante, se aterrorizaba ante la idea de que algo pudiera salir mal...
—Oh, vamos... —Ayame, ruborizada hasta las orejas, no pudo reprimir una sonrisa mientras se frotaba la nuca con gesto avergonzado.
—Otra de las veces Ichi se puso enfermo y yo tuve que sustituirle, pero claro, no tengo tanta práctica en el truco de montar y desmontar los armarios, así que lo hice mal y en mitad del número mi armario se vino abajo...
Algo que llamó la atención de Ayame fue la forma en la que Ryuka hablaba de todas aquellas calamidades: pese a todo, había cierto atisbo de cariño en su tono de voz. Como si, a pesar de las adversidades, todos aquellos momentos terminaran valiendo la pena.
—Así que ya ves, hoy ha sido uno de nuestros mejores números... Y te lo debemos a ti. Aunque, si te digo la verdad, no sé cómo compensártelo. De dinero olvídate —aclaró, de forma abrupta.
Y Ayame sacudió ambas manos en el aire con una sonrisilla.
—Oh, por eso no te preocupes. No tienes que compensarme nada, lo he hecho porque he querido y la verdad es que ha sido divertido.
—Pero... Podría enseñarte alguno de mis trucos. Soy una tragafuego de primera, aunque Don Prodigio no confía en mi desde una vez que, bueno... Prendí fuego a su capa favorita.
Ayame alzó ambas cejas, llena de curiosidad por aquella historia. Y Ryuka no tardó ni un instante en satisfacerla.
—¡Pero sólo me ha pasado una vez! En... El último mes —admitió luego, y ambas chicas se rieron al unísono—. ¡Como sea! ¿Quieres verlo? En Inaka me hice bastante famosa, aunque claro, allí el público no es tan fácil como aquí... Supongo que es la vida en el desierto, nos vuelve bastante pragmáticos y aburridos. ¡Por eso me largué!
—¡Me encantaría verlo! —admitió Ayame, con ojos brillantes.
Había escuchado muchas historias sobre los tragafuegos, pero nunca había tenido la fortuna de ver a uno en carne y hueso... o al menos a uno que no usara el chakra, por supuesto. Aunque una parte de ella, después de haber escuchado las aventuras y desventuras de aquel grupo ambulante, se aterrorizaba ante la idea de que algo pudiera salir mal...