27/10/2015, 21:09
- De nada - Contestó con una sonrisa. Después escuchó atentamente la suave voz de su cochero, la que había empleado durante todo el trayecto para explicar los diferentes lugares a los que iban o que dejaban atrás, o simplemente dudas que le acosaban a la kunoichi del remolino. Sonrió al escuchar que era un lugar donde los niños podían jugar en libertad, tal y como ella pudo haber presupuesto al escuchar el nombre del lugar.
Notó como la velocidad del animal que arrastraba el coche aumentaba y vio a los diferentes cerezos del jardín pasar a ambos lados de la joven como si ellos mismos tuviesen piernas y hayan comenzado a correr hacia el lugar opuesto de donde se estaba dirigiendo ella, ya que en pocos minutos la pared de árboles de flores rosas desapareció, dando paso a una planicie de césped verde que combinaba perfectamente con el azul sin nubes del cielo y los rayos del sol que se reflejaban en él.
Escuchó las voces y los gritos de los niños a la lejanía en aquella área rodeada de árboles, niños que comprendían toda la etapa infantil y parte de su madurez estaban sentados sobre el césped bajo sombrillas, tumbados con los sombreros sobre su cabeza, jugando con otros niños o, como el nombre del lugar indica, jugando con esos objetos hechos de tela tirados por un hilo que se quedaban flotando en el aire.
-Es... Precioso... - Susurró con un brillo de admiración en los ojos. Le encantaba poder disfrutar de aquella vista que la naturaleza le ofrecía. Una suave brisa zarandeó sus cabellos, pero no le importó, estaba absorta por el paisaje que se presentaba ante ella. -¿Te gustan las cometas, Kazuma-san? Yo nunca he podido volar ninguna - Comenzó a relatar la joven sin apartar la vista. - Siempre se me enredaban los hilos...
Ahora deseaba con todas sus fuerzas poder lograr volar un juguete de esos.
Notó como la velocidad del animal que arrastraba el coche aumentaba y vio a los diferentes cerezos del jardín pasar a ambos lados de la joven como si ellos mismos tuviesen piernas y hayan comenzado a correr hacia el lugar opuesto de donde se estaba dirigiendo ella, ya que en pocos minutos la pared de árboles de flores rosas desapareció, dando paso a una planicie de césped verde que combinaba perfectamente con el azul sin nubes del cielo y los rayos del sol que se reflejaban en él.
Escuchó las voces y los gritos de los niños a la lejanía en aquella área rodeada de árboles, niños que comprendían toda la etapa infantil y parte de su madurez estaban sentados sobre el césped bajo sombrillas, tumbados con los sombreros sobre su cabeza, jugando con otros niños o, como el nombre del lugar indica, jugando con esos objetos hechos de tela tirados por un hilo que se quedaban flotando en el aire.
-Es... Precioso... - Susurró con un brillo de admiración en los ojos. Le encantaba poder disfrutar de aquella vista que la naturaleza le ofrecía. Una suave brisa zarandeó sus cabellos, pero no le importó, estaba absorta por el paisaje que se presentaba ante ella. -¿Te gustan las cometas, Kazuma-san? Yo nunca he podido volar ninguna - Comenzó a relatar la joven sin apartar la vista. - Siempre se me enredaban los hilos...
Ahora deseaba con todas sus fuerzas poder lograr volar un juguete de esos.