16/04/2019, 04:29
Kazuma sabía que su cuenta no sería lo suficiente para que realmente pudiesen marcharse, pero era oportuna por cuanto buscaba que se desesperasen lo suficiente como para no poner reparos a su huida… Aun así, cuando la cuenta llego a cero, tomo su espada de madera y comenzó a canalizar hacia ella todo el chakra que era capaz de manejar.
El aura gris alrededor del arma era ominosa, y más que una advertencia, se trataba de una medida: no quería tener que blandirla, pero si se requería deseaba tenerla lista; todo fuese con tal de atacar antes de tener tiempo de dudar, con tal de atacar si daban la más mínima señal de amenaza.
—Creo que… se acabó —suspiro mientras permitía que el chakra se disipase y que sus pulmones volvieran a respirar. No estaba seguro de cuantos segundos habían pasado, pero sintió que fueron eternos.
Se acercó a Sora, comprobando que estuviese ilesa. Se le veía intranquila, como si presintiese todo el drama que se había desarrollado mientras estaba inconsciente. En su regazo encontró una misteriosa tarjeta apergaminada, con un solo y único carácter, simétrico, negrísimo: una “N”, y nada más.
—Interesante —dijo mientras la ponía a resguardo en el interior de su túnica.
Los siguientes minutos los dedicaría a tratar de despertar a Sora, valiéndose de los típicos sacudones y puede que de algunos pellizcos en las mejillas o apretándole la nariz.
—¡Sora-san!
El aura gris alrededor del arma era ominosa, y más que una advertencia, se trataba de una medida: no quería tener que blandirla, pero si se requería deseaba tenerla lista; todo fuese con tal de atacar antes de tener tiempo de dudar, con tal de atacar si daban la más mínima señal de amenaza.
—Creo que… se acabó —suspiro mientras permitía que el chakra se disipase y que sus pulmones volvieran a respirar. No estaba seguro de cuantos segundos habían pasado, pero sintió que fueron eternos.
Se acercó a Sora, comprobando que estuviese ilesa. Se le veía intranquila, como si presintiese todo el drama que se había desarrollado mientras estaba inconsciente. En su regazo encontró una misteriosa tarjeta apergaminada, con un solo y único carácter, simétrico, negrísimo: una “N”, y nada más.
—Interesante —dijo mientras la ponía a resguardo en el interior de su túnica.
Los siguientes minutos los dedicaría a tratar de despertar a Sora, valiéndose de los típicos sacudones y puede que de algunos pellizcos en las mejillas o apretándole la nariz.
—¡Sora-san!