27/04/2019, 15:11
(Última modificación: 27/04/2019, 15:12 por Inuzuka Etsu.)
La situación se hacía mas tensa abajo conforme los minutos transcurrían. Pero arriba, los shinobis aguardaban preparados por si tenían que actuar en cualquier momento. Etsu comentó que la situación pintaba mal, y Geki confirmó que así era, resaltando que el tipo trajeado tenía pintas de ser el encargado de esa red de robos. Razón no le faltaba, y menos habiendo escuchado ambos parte de la conversación que mantenía ese pequeño grupo de maleantes. Etsu aún mantenía la vista fijada sobre los ladrones, principalmente en el trajeado. El otro genin comentó que deberían informarse de qué tipo de negocio llevaban esos hombres antes de actuar para desarticularlo. De nuevo, llevaba toda la razón con él.
—Está bien, observemos un poco mas —sentenció a voz baja el Inuzuka.
El hombre de traje de nuevo se movió, aparentemente tranquilo. Terminó por recortar las distancias con el hombre que, según él, ya no le servía para el negocio, y se plantó excesivamente cerca. Tanto, que seguramente podían degustar el aliento del otro. Tan cerca, que eso llamado espacio personal era inexistente. Tan cerca, que... que sus labios se juntaron.
Etsu quedó sorprendido, al igual que el propio besado. No fueron los únicos, puesto que el resto de los allí abajo presentes recularon. Fue una sorpresa, una verdadera sorpresa. Pero lejos de ser algo erótico o sensual, fue un beso de despedida. Su contrato había terminado, y no podía dejarlo ir con toda la valiosa información que tenía, podría delatar al grupo en cualquier momento. El hombre se asustó de manera soberbia, reculó un par de pasos, y antepuso ambas manos al posible jefe. Sus ojos abiertos como platos, y su semblante pálido cual escayola anunciaba su premonición.
—¡Jefe! ¡jefe! ¡siempre le he sido fiel! ¡no lo traicionaría! ¡por favor...!
—No es nada personal, siempre me has caído bien. Es una lástima. —sentenció el hombre, dándose la vuelta.
—P-pero yo...
El trajeado comenzó a andar hacia el interior de la calle, adentrándose mas en disposición de perderse en la penumbra de la misma. El "despedido" miró intensamente nervioso al resto, oliéndose lo peor. Pero antes de que éstos reaccionasen, el instinto de supervivencia del pelirrojo le hizo actuar.
Golpeó con fuerza al otro pelirrojo, acertando de lleno un puñetazo en la mandíbula que lo llevó de cabeza hacia el suelo. Fue un K.O. técnica rápido y eficaz, que sucedió en una patada a los pendientes reales del gordo. El hombretón, el que antes había robado a los shinobis, cayó sobre sus rodillas ipso facto. La patada en sus partes nobles lo dejó cerca del abismo, deseando una muerte rápida que desgraciadamente nunca llegaría. Aprovechando la distracción el hombre salió a correr por donde los chicos habían venido.
El grupo se dislocaba, un pelirrojo huía por su vida. El gordo y el otro pelirrojo quedaron en el suelo, quebrados en dolor. Por último, el posible jefe de la banda se iba en la dirección contraria al que huía.
«Maldita sea... ¿qué hacemos?»
Pero Etsu no pensó demasiado, ya habia experimentado el dejarse llevar por su espíritu belicista, y no era cosa buena... podía ir contra el jefe y molerlo a palos, o llevar ante las autoridades al par de ladrones de abajo. Pero si hacía alguna de esas cosas, perdería al tipo que podía delatarlos, el pelirrojo que huía.
—Vamos tras el que huye, deja de lado al jefe —inquirió a Geki el Inuzuka.
No tardaría en tomar un poco mas de altura, llegando hasta el tejado de la casa en que estaban. Con esa ventaja de altura, correría tras la estela pelirroja, persiguiéndolo hasta donde quisiera éste huir.
—Está bien, observemos un poco mas —sentenció a voz baja el Inuzuka.
El hombre de traje de nuevo se movió, aparentemente tranquilo. Terminó por recortar las distancias con el hombre que, según él, ya no le servía para el negocio, y se plantó excesivamente cerca. Tanto, que seguramente podían degustar el aliento del otro. Tan cerca, que eso llamado espacio personal era inexistente. Tan cerca, que... que sus labios se juntaron.
Etsu quedó sorprendido, al igual que el propio besado. No fueron los únicos, puesto que el resto de los allí abajo presentes recularon. Fue una sorpresa, una verdadera sorpresa. Pero lejos de ser algo erótico o sensual, fue un beso de despedida. Su contrato había terminado, y no podía dejarlo ir con toda la valiosa información que tenía, podría delatar al grupo en cualquier momento. El hombre se asustó de manera soberbia, reculó un par de pasos, y antepuso ambas manos al posible jefe. Sus ojos abiertos como platos, y su semblante pálido cual escayola anunciaba su premonición.
—¡Jefe! ¡jefe! ¡siempre le he sido fiel! ¡no lo traicionaría! ¡por favor...!
—No es nada personal, siempre me has caído bien. Es una lástima. —sentenció el hombre, dándose la vuelta.
—P-pero yo...
El trajeado comenzó a andar hacia el interior de la calle, adentrándose mas en disposición de perderse en la penumbra de la misma. El "despedido" miró intensamente nervioso al resto, oliéndose lo peor. Pero antes de que éstos reaccionasen, el instinto de supervivencia del pelirrojo le hizo actuar.
Golpeó con fuerza al otro pelirrojo, acertando de lleno un puñetazo en la mandíbula que lo llevó de cabeza hacia el suelo. Fue un K.O. técnica rápido y eficaz, que sucedió en una patada a los pendientes reales del gordo. El hombretón, el que antes había robado a los shinobis, cayó sobre sus rodillas ipso facto. La patada en sus partes nobles lo dejó cerca del abismo, deseando una muerte rápida que desgraciadamente nunca llegaría. Aprovechando la distracción el hombre salió a correr por donde los chicos habían venido.
El grupo se dislocaba, un pelirrojo huía por su vida. El gordo y el otro pelirrojo quedaron en el suelo, quebrados en dolor. Por último, el posible jefe de la banda se iba en la dirección contraria al que huía.
«Maldita sea... ¿qué hacemos?»
Pero Etsu no pensó demasiado, ya habia experimentado el dejarse llevar por su espíritu belicista, y no era cosa buena... podía ir contra el jefe y molerlo a palos, o llevar ante las autoridades al par de ladrones de abajo. Pero si hacía alguna de esas cosas, perdería al tipo que podía delatarlos, el pelirrojo que huía.
—Vamos tras el que huye, deja de lado al jefe —inquirió a Geki el Inuzuka.
No tardaría en tomar un poco mas de altura, llegando hasta el tejado de la casa en que estaban. Con esa ventaja de altura, correría tras la estela pelirroja, persiguiéndolo hasta donde quisiera éste huir.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~