27/04/2019, 19:50
La pregunta de Ranko tomó por sorpresa a Kazuma, quien no podía decidir cuál sería la respuesta correcta: Etsu era el más experimentado de los tres, así que si había un problema con el que no pudiese lidiar ellos quizás fuesen más estorbo que ayuda. Por otra parte, no era lo más adecuado abandonar a un compañero a su suerte si algo se podía hacer al respecto.
El cuestionamiento saturo de tal manera su mente, que no reconoció a tiempo una raíz que le hizo tropezar y dar de cara contra el suelo. Aquella brecha fue bien aprovechada por el jabalí que le perseguía; pues le ensarto a través de las rasgaduras en la ropa y le ondeo como si su cuerpo fuese una ligera bandera, para después arrojarlo por los aires con severa agresividad.
La caída no basto para dejar inconsciente al peliblanco, pero se había hecho sangre y su cabeza daba vueltas hasta el punto de no poderse poner en pie. Por suerte para él, tenía quien le defendiera de una bestia que no creía en aquello de no atacar a un oponente caído: Ranko se interpuso entre ambos cuando el jabalí ya había iniciado la carrera para dar el golpe de gracia, y le detuvo al cortar su camino con un enorme muro de tierra.
—Eso… gracias —alcanzo a decir, mientras se alejaba del sitio apoyado en el hombro de Ranko.
—Hola —escucho decir a Etsu cuando se lo encontraron, momento para el cual su cabeza comenzaba a dejar de retumbar.
—Hola, Etsu-san… Es genial que haya salido ileso de semejante persecución.
—Esto... —volvió su mirada hacia Ranko —además del pantalón, no habrá perdido nada más, ¿no? aún tenéis todas las plantas, ¿verdad?
—¿De qué pantalón hablas? —pregunto extrañado, mientras se giraba hacia una Ranko que, sonrojada, evitaba verlo.
Le basto con mirar hacia su parte baja y comprobar que lo peor no era el hilillo de sangre que recorría sus blancos cabellos, sino que su blanco fundoshi había quedado en total e impúdica exhibición.
—… Esto es un poco incómodo… —aseguro, mientras se quitaba la camisa para amarrarla alrededor de su cadera e improvisar una especie de falda—. Pudiste haberme dicho antes, Ranko-san.
Su aspecto no resultaba nada alentador, pero un par de pieza de ropa y un poco de sangre eran un pequeño precio si se trataba de haber conservado las hierbas necesarias para completar la misión.
El cuestionamiento saturo de tal manera su mente, que no reconoció a tiempo una raíz que le hizo tropezar y dar de cara contra el suelo. Aquella brecha fue bien aprovechada por el jabalí que le perseguía; pues le ensarto a través de las rasgaduras en la ropa y le ondeo como si su cuerpo fuese una ligera bandera, para después arrojarlo por los aires con severa agresividad.
La caída no basto para dejar inconsciente al peliblanco, pero se había hecho sangre y su cabeza daba vueltas hasta el punto de no poderse poner en pie. Por suerte para él, tenía quien le defendiera de una bestia que no creía en aquello de no atacar a un oponente caído: Ranko se interpuso entre ambos cuando el jabalí ya había iniciado la carrera para dar el golpe de gracia, y le detuvo al cortar su camino con un enorme muro de tierra.
—Eso… gracias —alcanzo a decir, mientras se alejaba del sitio apoyado en el hombro de Ranko.
—Hola —escucho decir a Etsu cuando se lo encontraron, momento para el cual su cabeza comenzaba a dejar de retumbar.
—Hola, Etsu-san… Es genial que haya salido ileso de semejante persecución.
—Esto... —volvió su mirada hacia Ranko —además del pantalón, no habrá perdido nada más, ¿no? aún tenéis todas las plantas, ¿verdad?
—¿De qué pantalón hablas? —pregunto extrañado, mientras se giraba hacia una Ranko que, sonrojada, evitaba verlo.
Le basto con mirar hacia su parte baja y comprobar que lo peor no era el hilillo de sangre que recorría sus blancos cabellos, sino que su blanco fundoshi había quedado en total e impúdica exhibición.
—… Esto es un poco incómodo… —aseguro, mientras se quitaba la camisa para amarrarla alrededor de su cadera e improvisar una especie de falda—. Pudiste haberme dicho antes, Ranko-san.
Su aspecto no resultaba nada alentador, pero un par de pieza de ropa y un poco de sangre eran un pequeño precio si se trataba de haber conservado las hierbas necesarias para completar la misión.