28/04/2019, 21:45
La cueva estaba fría y en en calma. La llama de la antorcha tornaba a todas las cosas de un calor naranja suave, con un poco más de intensidad que la anterior, ya que Geki acababa de revivir la llama. Había entrado hace unos momentos, depositando las maderas cogidas en el lugar que Yota le señaló en un principio.
Sin prisas se sentó en una piedra cercana al fuego, sabía que Yota se tomaría su tiempo en volver. Se quitó el buzo y observó su herida, no parecía nada grave, pero lo mejor sería vendarla. Procedió a limpiarla con una tela húmeda, sacando los restos de sangre seca y con unas vendas hechas artesanalmente que portaba en su mochila se envolvió el tórax.
El ajuste de aquellas telas al rededor de su cuerpo le dolían, pero más por el roce con la herida que por la profundidad de esta. Los suspiros del genin lograban hacer un pequeño eco cuando las vendas lo hacían sufrir. El no era médico, simplemente tenía algunos conocimientos básicos de la escuela ninja y los estaba poniendo en práctica por primera vez.
Al terminar se puso su ropa lentamente, no pudo evitar hacer alguna mueca de dolor mientras lo hacía. Intentó observar hacia afuera de la cueva, pero la oscuridad no se lo permitió.
Volvió a fijar la vista en el fuego de la antorcha, esta era lisa y constante, a veces parecía bailar con alguna brisa que se colaba o en instantes chisporroteaba por alguna mala combustión de la misma llama. Era lo único que lo lograba distraer... un poco de lo que había sucedido hace unos momentos...
Sin prisas se sentó en una piedra cercana al fuego, sabía que Yota se tomaría su tiempo en volver. Se quitó el buzo y observó su herida, no parecía nada grave, pero lo mejor sería vendarla. Procedió a limpiarla con una tela húmeda, sacando los restos de sangre seca y con unas vendas hechas artesanalmente que portaba en su mochila se envolvió el tórax.
El ajuste de aquellas telas al rededor de su cuerpo le dolían, pero más por el roce con la herida que por la profundidad de esta. Los suspiros del genin lograban hacer un pequeño eco cuando las vendas lo hacían sufrir. El no era médico, simplemente tenía algunos conocimientos básicos de la escuela ninja y los estaba poniendo en práctica por primera vez.
Al terminar se puso su ropa lentamente, no pudo evitar hacer alguna mueca de dolor mientras lo hacía. Intentó observar hacia afuera de la cueva, pero la oscuridad no se lo permitió.
Volvió a fijar la vista en el fuego de la antorcha, esta era lisa y constante, a veces parecía bailar con alguna brisa que se colaba o en instantes chisporroteaba por alguna mala combustión de la misma llama. Era lo único que lo lograba distraer... un poco de lo que había sucedido hace unos momentos...