3/11/2015, 13:53
La chica rubia miraba a Mitsuki como una maestra severa, con dureza pero a la vez se molestaba en darle algún que otro consejo o advertencia. Aquella vez lo que le dijo fue más bien una realidad que podría haber sido cierta o al menos una parte de ella. La peliblanca no pudo evitar sentirse un poco avergonzada, aunque eso no evitó que admitiese la verdad, había elegido el camino de la sinceridad y no iba a dejarlo.
—Seguramente— admitió la joven mientras se llevaba su mano izquierda hasta su nuca propia para acariciarla suavemente mientras sonreía.
Por su parte, la kunoichi de taki, se inclinó levemente hacia la joven para analizarla pormenorizadamente o al menos aquello fue lo que sintió la kusabiariana. La rubia había reparado en las marcas de su rostro y, la verdad, es que no le extrañaba. Desde que había llegado al continente le habían hecho la misma preguntas cientos de veces, al parecer no estaban acostumbrados a ver a otras personas con marcas parecidas. Eso le hacía pensar que era mucho más raro de lo que siempre había creído, al fin y al cabo en su pueblo tan sólo eran su maestra y ella las que tenían algo similar, pero en el continente casi que podría decirse que era solo ella.
—No, no son garabatos— comenzó a responder con su cálida sonrisa [color=yellow]—Son marcas de nacimiento, las tengo por todo el cuerpo— indicó señalando hacia abajo, pues desde la rodilla hacia las tabi se podían ver también alrededor de los gemelos
La chica acabó por presentarse, a lo que Mitsuki respondió con su habitual educación —El placer es mío, Noemi— hizo una pequeña reverencia y cuando recuperó la verticalidad pudo ver como su interlocutora se cruzaba de brazos, elevando su voluminoso busto. Era tan prominente, que la joven no pudo evitar dejar escapar una mirada para después bajar la vista hasta su propio busto. Apenas tenía unos incipientes senos, que comparado con aquello no eran más que dos cerezas. Con la esperanza de que la diferencia no fuese tal, Mitsuki tiró con el dedo del cuello de su camiseta para observar mejor pero la realidad es la que era, fue como si recibiese un fuerte mazazo de realidad... casi como si le hubiesen golpeado con aquellas sandías
—Bueenoo— dijo recuperando la sonrisa —¿Y de que aldea eres? Nunca había visto vuestro símbolo antes— se sincero la joven esperando que satisficieran su curiosidad
—Seguramente— admitió la joven mientras se llevaba su mano izquierda hasta su nuca propia para acariciarla suavemente mientras sonreía.
Por su parte, la kunoichi de taki, se inclinó levemente hacia la joven para analizarla pormenorizadamente o al menos aquello fue lo que sintió la kusabiariana. La rubia había reparado en las marcas de su rostro y, la verdad, es que no le extrañaba. Desde que había llegado al continente le habían hecho la misma preguntas cientos de veces, al parecer no estaban acostumbrados a ver a otras personas con marcas parecidas. Eso le hacía pensar que era mucho más raro de lo que siempre había creído, al fin y al cabo en su pueblo tan sólo eran su maestra y ella las que tenían algo similar, pero en el continente casi que podría decirse que era solo ella.
—No, no son garabatos— comenzó a responder con su cálida sonrisa [color=yellow]—Son marcas de nacimiento, las tengo por todo el cuerpo— indicó señalando hacia abajo, pues desde la rodilla hacia las tabi se podían ver también alrededor de los gemelos
La chica acabó por presentarse, a lo que Mitsuki respondió con su habitual educación —El placer es mío, Noemi— hizo una pequeña reverencia y cuando recuperó la verticalidad pudo ver como su interlocutora se cruzaba de brazos, elevando su voluminoso busto. Era tan prominente, que la joven no pudo evitar dejar escapar una mirada para después bajar la vista hasta su propio busto. Apenas tenía unos incipientes senos, que comparado con aquello no eran más que dos cerezas. Con la esperanza de que la diferencia no fuese tal, Mitsuki tiró con el dedo del cuello de su camiseta para observar mejor pero la realidad es la que era, fue como si recibiese un fuerte mazazo de realidad... casi como si le hubiesen golpeado con aquellas sandías
—Bueenoo— dijo recuperando la sonrisa —¿Y de que aldea eres? Nunca había visto vuestro símbolo antes— se sincero la joven esperando que satisficieran su curiosidad