6/05/2019, 21:23
A pesar de que había hecho un gran esfuerzo al ser carnada para jabalíes, a Etsu le quedaba la suficiente energía para dejar a sus compañeros atrás una vez más y enfocarse en la misión. Ranko no buscaba ser la líder, ni mucho menos, pero todos, al parecer, aceptaron su idea como óptima.
El Inuzuka salió entonces a toda velocidad en la dirección en la cual habían venido Ranko y Kazuma, siguiendo el aroma particular de éste último. Afortunadamente, el lugar de la batalla no se encontraba tan lejos como lo había estado la taidonka a su tiempo, y no tardó más que unos minutos en divisar un muro de tierra entre los árboles. El muro tendría a modo de grabado el emblema de la orquídea garza blanca, aquél que Ranko siempre portaba en la espalda. Y varios metros más allá, el genin podría ver un bulto de tela de color apagado que, aunque se hubiese perdido en un área pedregosa, podía distinguirse con relativa claridad al estar rodeado de tanto verde.
No se escucharía ningún animal amenazador en la cercanía, ya fuese por divina coincidencia o porque el ruido de los jabalíes los había alejado. Los cerdos tampoco se harían presentes, pues la persecución los habría dejado demasiado cansados (o atontados, en el caso del que quiso hacer puré de Kazuma).
Si Etsu se examinaba la tela rasgada que anteriormente había sido el pantalón del espadachín, vería las dos bolsas de cáñamo atadas, con las niratsubu y las hojas de baiko. Parecían estar ligeramente dobladas, pero sin ninguna rotura o aplastamiento. Etsu no sabría si había sido la persecución en sí que había alejado a los animales, o si el olor de los pantalones de su compañero había ayudado a enmascarar el olor de las hierbas.
Muy por detrás de el rastreador, a una distancia a la que no podían alcanzarlo a ver, la kunoichi de la larga trenza y el espadachín peliblanco se acercaban a menor velocidad. Kazuma se había separado de ella y le había dicho que estaba bien. Ranko asintió y, con algo de miedo por ambas partes (la integridad de la misión y la integridad de su amigo), aumentó un poco el ritmo de sus pasos. Se adelantó un poco, quedando unos metros delante del chico, pero siempre volteando a verlo en caso de que necesitase ayuda. Deseaba haber traído alguna capa de viaje, al menos así podría cubrir las prendas íntimas de Kazuma, y le ahorraría el sonrojo perpetuo que parecía portar en su rostro.
—M-me alegra que se sienta bien, Kazuma-san. Pero no… No lo dejaré atrás. —Cada que volteaba, intentaba mirar al chico a los ojos y evitar ver la manera en la que iba vestido ¿o desvestido?
”Al menos no está tan malherido. ¡Concéntrate, Ranko! Espero que Etsu haya logrado encontrarlas a tiempo…”
El Inuzuka salió entonces a toda velocidad en la dirección en la cual habían venido Ranko y Kazuma, siguiendo el aroma particular de éste último. Afortunadamente, el lugar de la batalla no se encontraba tan lejos como lo había estado la taidonka a su tiempo, y no tardó más que unos minutos en divisar un muro de tierra entre los árboles. El muro tendría a modo de grabado el emblema de la orquídea garza blanca, aquél que Ranko siempre portaba en la espalda. Y varios metros más allá, el genin podría ver un bulto de tela de color apagado que, aunque se hubiese perdido en un área pedregosa, podía distinguirse con relativa claridad al estar rodeado de tanto verde.
No se escucharía ningún animal amenazador en la cercanía, ya fuese por divina coincidencia o porque el ruido de los jabalíes los había alejado. Los cerdos tampoco se harían presentes, pues la persecución los habría dejado demasiado cansados (o atontados, en el caso del que quiso hacer puré de Kazuma).
Si Etsu se examinaba la tela rasgada que anteriormente había sido el pantalón del espadachín, vería las dos bolsas de cáñamo atadas, con las niratsubu y las hojas de baiko. Parecían estar ligeramente dobladas, pero sin ninguna rotura o aplastamiento. Etsu no sabría si había sido la persecución en sí que había alejado a los animales, o si el olor de los pantalones de su compañero había ayudado a enmascarar el olor de las hierbas.
Muy por detrás de el rastreador, a una distancia a la que no podían alcanzarlo a ver, la kunoichi de la larga trenza y el espadachín peliblanco se acercaban a menor velocidad. Kazuma se había separado de ella y le había dicho que estaba bien. Ranko asintió y, con algo de miedo por ambas partes (la integridad de la misión y la integridad de su amigo), aumentó un poco el ritmo de sus pasos. Se adelantó un poco, quedando unos metros delante del chico, pero siempre volteando a verlo en caso de que necesitase ayuda. Deseaba haber traído alguna capa de viaje, al menos así podría cubrir las prendas íntimas de Kazuma, y le ahorraría el sonrojo perpetuo que parecía portar en su rostro.
—M-me alegra que se sienta bien, Kazuma-san. Pero no… No lo dejaré atrás. —Cada que volteaba, intentaba mirar al chico a los ojos y evitar ver la manera en la que iba vestido ¿o desvestido?
”Al menos no está tan malherido. ¡Concéntrate, Ranko! Espero que Etsu haya logrado encontrarlas a tiempo…”
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