9/05/2019, 20:25
Los protectores de la seguridad y el orden en la ciudad, como buenos e instruidos soldados, cortaron el problema a base de fuerza bruta. Aunque bueno, cabe destacar que solo en los mayoritarios casos en que las palabras habían llegado a las mano. Realmente, de otra manera habría sido imposible, puesto que cuando grupos de personas se hayan enfrascados en una pelea, pocos ojos u oídos tienes para más cosas a parte de para evitar terminar con un golpe. Fuere como fuere, los golpe volaban, literalmente.
Etsu quiso buscar alguna manera de encontrar a la mujer que resultaba ser dueña o trabajadora de una joyería y con un nombre parecido al facilitado por el disléxico, pero antes de que eso sucediese la chica lo alertó. Definió lo que mas o menos habían entendido, que debían buscar a una mujer y una joyería, pero destacó que realmente no podían buscar así tan al azar. No tenían ningún dato seguro, y además alertó a la chica un detalle que el Inuzuka realmente ni había tenido en cuenta, o no lo había llegado a entender. La amenaza de muerte que se cernía sobre los hombros del músico...
Ayame lanzó de nuevo una mirada al vagabundo, y le lanzó la pregunta sin dilación. Quería saber porqué sentenció el hombre que esa mujer le mataría. El hombre, mas tembloroso que un flan viajando en clase turista en un tren exprés de prueba, no soltó palabra. EL hombre se agazapó un poco, y terminó de rodillas sobre el suelo, llorando de nuevo. Se desató un poco el rasgado trozo de cuerda que hacía de obi en su indumentaria, y dejó deslizar sus ropas un poco bajando por su espalda. La espalda del hombre representaba una gran cantidad de golpes, moratones, e incluso bocados. Si, bocados, realmente de locos.
—Alle... alle... —pero el pobre no podía ni terminar esa frase, era totalmente incapaz.
El rostro del Inuzuka cambió por completo en ese mismo instante, su cordial y habitual sonrisa desapareció y su cejo se frunció de manera irremediable. De haber algo cerca para golpear, lo habría hecho de pura rabia. Pero no, tuvo que conformarse con cerrar los puños tan fuerte, que la propia presión de los mismos casi le hace sangrar.
—Chicos, márchense de aquí ahora mismo, éste no es lugar para... —un hombre les interrumpió, se trataba de uno de los soldados de la ciudad —¡Oh! perdonad, no había visto las bandanas... muchas gracias por la ayuda, señores. Pero tengan cuidado, al parecer hay por la zona un ladrón bien diestro. Estamos trabajando en solucionar la situación.
—Muchas gracias, señor.
El Inuzuka perdió por un instante esa tremenda frustración, esa rabia contenida que no podía dejar escapar por ningún lado... tuvo que sonreír de nuevo. Ante la peor de las situaciones, era la mejor solución, no mostrar lo jodido que de verdad estás. Etsu avanzó un paso, y sobre puso la mano en el hombro del vagabundo.
—Tranquilo, vamos a solucionar el problema. Esa mujer no va a seguir fastidiando a quien le da la gana, no pienso permitirlo.
Se giró hacia la chica, por su parte estaba más que decidido a gastar su tiempo en poner una solución a lo sucedido, así como a salvaguardar la vida de ese hombre poniendo a la ladrona bajo las inquebrantables garras de la justicia.
—¿Contamos con tu ayuda? Por cierto, mi nombre es Inuzuka Etsu —informó a Ayame.
Etsu quiso buscar alguna manera de encontrar a la mujer que resultaba ser dueña o trabajadora de una joyería y con un nombre parecido al facilitado por el disléxico, pero antes de que eso sucediese la chica lo alertó. Definió lo que mas o menos habían entendido, que debían buscar a una mujer y una joyería, pero destacó que realmente no podían buscar así tan al azar. No tenían ningún dato seguro, y además alertó a la chica un detalle que el Inuzuka realmente ni había tenido en cuenta, o no lo había llegado a entender. La amenaza de muerte que se cernía sobre los hombros del músico...
Ayame lanzó de nuevo una mirada al vagabundo, y le lanzó la pregunta sin dilación. Quería saber porqué sentenció el hombre que esa mujer le mataría. El hombre, mas tembloroso que un flan viajando en clase turista en un tren exprés de prueba, no soltó palabra. EL hombre se agazapó un poco, y terminó de rodillas sobre el suelo, llorando de nuevo. Se desató un poco el rasgado trozo de cuerda que hacía de obi en su indumentaria, y dejó deslizar sus ropas un poco bajando por su espalda. La espalda del hombre representaba una gran cantidad de golpes, moratones, e incluso bocados. Si, bocados, realmente de locos.
—Alle... alle... —pero el pobre no podía ni terminar esa frase, era totalmente incapaz.
El rostro del Inuzuka cambió por completo en ese mismo instante, su cordial y habitual sonrisa desapareció y su cejo se frunció de manera irremediable. De haber algo cerca para golpear, lo habría hecho de pura rabia. Pero no, tuvo que conformarse con cerrar los puños tan fuerte, que la propia presión de los mismos casi le hace sangrar.
—Chicos, márchense de aquí ahora mismo, éste no es lugar para... —un hombre les interrumpió, se trataba de uno de los soldados de la ciudad —¡Oh! perdonad, no había visto las bandanas... muchas gracias por la ayuda, señores. Pero tengan cuidado, al parecer hay por la zona un ladrón bien diestro. Estamos trabajando en solucionar la situación.
—Muchas gracias, señor.
El Inuzuka perdió por un instante esa tremenda frustración, esa rabia contenida que no podía dejar escapar por ningún lado... tuvo que sonreír de nuevo. Ante la peor de las situaciones, era la mejor solución, no mostrar lo jodido que de verdad estás. Etsu avanzó un paso, y sobre puso la mano en el hombro del vagabundo.
—Tranquilo, vamos a solucionar el problema. Esa mujer no va a seguir fastidiando a quien le da la gana, no pienso permitirlo.
Se giró hacia la chica, por su parte estaba más que decidido a gastar su tiempo en poner una solución a lo sucedido, así como a salvaguardar la vida de ese hombre poniendo a la ladrona bajo las inquebrantables garras de la justicia.
—¿Contamos con tu ayuda? Por cierto, mi nombre es Inuzuka Etsu —informó a Ayame.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~