12/05/2019, 22:36
La chica pareció sorprenderse por un instante, mas... ¿qué podría sorprender tanto a una chica que tenía en su interior a un demonio gigante y malvado con a saber cuantas colas? difícil de superar, la verdad. Quizás la había tomado con la guardia baja, pero seguro que estaba acostumbrada a cosas más interesantes que un huskie tomando apariencia humana.
Pero bueno, era hora de que se pusiesen en marcha, pues el tiempo apremiaba. Ayame confió en que Akane lo daría todo en pos de proteger al músico, y así era, él se encargaría de la seguridad del vagabundo. Con un firme gesto de cabeza en vertical, así lo confirmó el rastas asalvajado. Con una sonrisa, el otro rastas alzó la mano y con ésta su pulgar. Un gesto limpio y sencillo con el cuál daba su confianza a su hermano. Era la hora de un hasta luego.
—En marcha —afirmó ante la rápida puesta en camino de la kunoichi.
Ambos tomaron camino hacia la boca de la calle, donde accederían a la calle principal de la ciudadela. Etsu comenzó a mirar de un lado a otro, como un turista perdido en una gran ciudad. En ésto que la chica preguntó si sabía por dónde comenzar, pues ella nunca había estado en esa ciudad. El Inuzuka se encogió de hombros, estaba en igualdad de condiciones. También era su primera vez.
—Esto... supongo que deberíamos buscar por el centro, recorriendo la calle principal. El hombre dijo que era por el centro, ¿no?
»La verdad es que también es la primera vez que ando por ésta ciudad...
Lo único que se le ocurría por el momento era recorrer esa calle, e ir mirando joyería a joyería. Quizás era disparatado, pero en una ciudad así posiblemente no hubiesen demasiadas joyerías, ¿no?. Conforme fueron avanzando, un sinfín de tiendas y carros con mercancías fueron quedando atrás. Muchísima gente andaba comerciando, y muchos otros simplemente caminando. El flujo de gente era casi tan abrumador como la cantidad de comercios presentes en esa calle. Casi al llegar al centro, terminarían por ver un cruce de calles en que había dos joyerías, las primeras joyerías que verían en lo que iba de trayecto.
«Ostras...»
La primera, situada en la esquina izquierda, estaba decorada sutilmente con vidrieras lisas con el logotipo de la tienda estampado sobre las mismas. Un escudo redondo, con dos espadas cruzadas; y sobre el mismo logo, el nombre de la tienda: Salvaguardia. Poco mas se podía apreciar desde fuera que no fuese la pared lisa y blanca, el tejado rojizo, y un poco del interior. Ésta contenía un montón de escaparates, todo a la vista, y un mostrador con caja donde una mujer anciana hablaba con unos clientes.
La segunda, situada en la esquina derecha y haciendo frente a la primera, tenía barandas metálicas sobre sus cristales. Poseía una fachada enladrillada, maltrecha y rasgada, con tono gris y un techado negro como un pozo de petróleo. Se podía distinguir sobre sus cristales un logo en blanco, una serpiente rodeando a un lobo, y con la boca abierta como si estuviese dispuesta a comérselo. El nombre de la tienda: La hermosa naturaleza. Del interior de ésta tienda nada podía sacarse en claro, puesto que los cristales estaban teñidos de negro, impidiendo la visión desde el exterior.
—Que mala pinta tiene esa joyería, ¿no? —preguntó, señalando a la más tétrica. —¿Deberíamos empezar por ella?
Pero bueno, era hora de que se pusiesen en marcha, pues el tiempo apremiaba. Ayame confió en que Akane lo daría todo en pos de proteger al músico, y así era, él se encargaría de la seguridad del vagabundo. Con un firme gesto de cabeza en vertical, así lo confirmó el rastas asalvajado. Con una sonrisa, el otro rastas alzó la mano y con ésta su pulgar. Un gesto limpio y sencillo con el cuál daba su confianza a su hermano. Era la hora de un hasta luego.
—En marcha —afirmó ante la rápida puesta en camino de la kunoichi.
Ambos tomaron camino hacia la boca de la calle, donde accederían a la calle principal de la ciudadela. Etsu comenzó a mirar de un lado a otro, como un turista perdido en una gran ciudad. En ésto que la chica preguntó si sabía por dónde comenzar, pues ella nunca había estado en esa ciudad. El Inuzuka se encogió de hombros, estaba en igualdad de condiciones. También era su primera vez.
—Esto... supongo que deberíamos buscar por el centro, recorriendo la calle principal. El hombre dijo que era por el centro, ¿no?
»La verdad es que también es la primera vez que ando por ésta ciudad...
Lo único que se le ocurría por el momento era recorrer esa calle, e ir mirando joyería a joyería. Quizás era disparatado, pero en una ciudad así posiblemente no hubiesen demasiadas joyerías, ¿no?. Conforme fueron avanzando, un sinfín de tiendas y carros con mercancías fueron quedando atrás. Muchísima gente andaba comerciando, y muchos otros simplemente caminando. El flujo de gente era casi tan abrumador como la cantidad de comercios presentes en esa calle. Casi al llegar al centro, terminarían por ver un cruce de calles en que había dos joyerías, las primeras joyerías que verían en lo que iba de trayecto.
«Ostras...»
La primera, situada en la esquina izquierda, estaba decorada sutilmente con vidrieras lisas con el logotipo de la tienda estampado sobre las mismas. Un escudo redondo, con dos espadas cruzadas; y sobre el mismo logo, el nombre de la tienda: Salvaguardia. Poco mas se podía apreciar desde fuera que no fuese la pared lisa y blanca, el tejado rojizo, y un poco del interior. Ésta contenía un montón de escaparates, todo a la vista, y un mostrador con caja donde una mujer anciana hablaba con unos clientes.
La segunda, situada en la esquina derecha y haciendo frente a la primera, tenía barandas metálicas sobre sus cristales. Poseía una fachada enladrillada, maltrecha y rasgada, con tono gris y un techado negro como un pozo de petróleo. Se podía distinguir sobre sus cristales un logo en blanco, una serpiente rodeando a un lobo, y con la boca abierta como si estuviese dispuesta a comérselo. El nombre de la tienda: La hermosa naturaleza. Del interior de ésta tienda nada podía sacarse en claro, puesto que los cristales estaban teñidos de negro, impidiendo la visión desde el exterior.
—Que mala pinta tiene esa joyería, ¿no? —preguntó, señalando a la más tétrica. —¿Deberíamos empezar por ella?
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~