20/05/2019, 19:56
—N-no... ¿eso es algo como lo que han inventado hace poco? ¿eso llamado teléfono?
Ayame parpadeó, perpleja. ¿Cómo era posible que un shinobi como él nunca hubiese visto un comunicador? ¿Acaso vivía aislado en la jungla? ¿O es que en Kusagakure no tenían cosas así?
—B... bueno... es un pequeño aparato que te permite comunicarte a distancia con otra persona que lleve otro. ¿De verdad no has visto uno de estos nunca?
—Creo que tan solo debemos preguntar por la encargada de la joyería —continuó debatiendo Etsu—, como si fuésemos comerciantes en busca de un negocio con la jefa. Si nos atiende, quizás no sea esa mujer... puesto que la que buscamos ha estado robando en la calle que estábamos, y tendrá que ir a guardar la mercancía, ¿no? —El de Kusagakure se llevó una mano al mentón, pensativo—. O quizás esté en la tienda, pero sea cual sea la situación, podremos preguntarle el nombre para el supuesto negocio que le traemos. Eso sí, tendríamos que usar el henge, o esconder las bandanas... no creo que funcionase de lo contrario. ¿Que opinas?
—Eso si el músico nos ha pronunciado el nombre bien —rebatió Ayame, cruzándose de brazos—. Pero supongo que no tenemos elección... Ven.
Ayame se dirigió a un callejón aledaño que quedara más o menos escondido de la vista del resto de transeúntes. Allí realizó un característico sello, cruzando los dedos índice y corazón sobre los de la otra mano, y tras una espontánea y breve nube de humo una réplica idéntica a ella apareció a su lado. Prácticamente al unísono, las dos Ayame realizaron tres simples sellos y, tras dos sendos estallidos, ambas se transformaron: La real en una mujer de cabellos de un brillante y estrambótico color rosa, el clon en un hombre con gafas de sol cuadriculadas y una barba muy bien recortada.
—¿Qué opinas? —preguntó la Ayame real—. Mi clon puede inspeccionar la otra joyería, así nos ahorraremos tiempo.
Ayame parpadeó, perpleja. ¿Cómo era posible que un shinobi como él nunca hubiese visto un comunicador? ¿Acaso vivía aislado en la jungla? ¿O es que en Kusagakure no tenían cosas así?
—B... bueno... es un pequeño aparato que te permite comunicarte a distancia con otra persona que lleve otro. ¿De verdad no has visto uno de estos nunca?
—Creo que tan solo debemos preguntar por la encargada de la joyería —continuó debatiendo Etsu—, como si fuésemos comerciantes en busca de un negocio con la jefa. Si nos atiende, quizás no sea esa mujer... puesto que la que buscamos ha estado robando en la calle que estábamos, y tendrá que ir a guardar la mercancía, ¿no? —El de Kusagakure se llevó una mano al mentón, pensativo—. O quizás esté en la tienda, pero sea cual sea la situación, podremos preguntarle el nombre para el supuesto negocio que le traemos. Eso sí, tendríamos que usar el henge, o esconder las bandanas... no creo que funcionase de lo contrario. ¿Que opinas?
—Eso si el músico nos ha pronunciado el nombre bien —rebatió Ayame, cruzándose de brazos—. Pero supongo que no tenemos elección... Ven.
Ayame se dirigió a un callejón aledaño que quedara más o menos escondido de la vista del resto de transeúntes. Allí realizó un característico sello, cruzando los dedos índice y corazón sobre los de la otra mano, y tras una espontánea y breve nube de humo una réplica idéntica a ella apareció a su lado. Prácticamente al unísono, las dos Ayame realizaron tres simples sellos y, tras dos sendos estallidos, ambas se transformaron: La real en una mujer de cabellos de un brillante y estrambótico color rosa, el clon en un hombre con gafas de sol cuadriculadas y una barba muy bien recortada.
—¿Qué opinas? —preguntó la Ayame real—. Mi clon puede inspeccionar la otra joyería, así nos ahorraremos tiempo.