El mito del oeste

[Uchiha Datsue]

¿Qué le habían dicho qué? ¿Qué habían usado makibishis contra el caballo de Bando? Pero, ¿quién narices se lo habría podido decir? Bando estaba encarcelado, y era el único que lo sabía junto a Homura. A no ser que ese hombre pudiese hablar con caballos —quiso reírse por solo pensarlo—, no veía forma en que aquel tipo se hubiese enterado. Y esa incertidumbre…

… le ponía nervioso.

Shunsuke lo confesó todo. De arriba abajo, de principio a final. Todo menos que hubiese sido él quien había destruido el templo. Ese trágico destino se lo achacaba a él. Ah, y también negó haber herido al caballo. Con razón, debía decir. Eso había sido el propio Datsue. Pero mejor no decir nada por el momento.

Y claro, con tanta testosterona, lo difícil hubiese sido que no estallase un combate. Mano Cortada acudió a refugiarse junto a él, preguntando si lo que había dicho era cierto. Datsue estaba demasiado ocupado contemplando con horror cómo a Shunsuke le habían partido un jodido brazo como para responder al instante.

«¡Este tío es un bestia!»

—Ehmmmm… ¿La parte de del arma destruida, dices? Sí, aunque fue idea de Roga. Ese era su plan desde el principio. Creía que había causado demasiadas desgracias al pueblo y quería protegeros a todos con ese acto.

En fin, que él tenía cosas que hacer. No podía quedarse allí a hacer el gandul. Con un sello de mano, creó un Kage Bunshin. Dicho Kage Bunshin saltó hasta una casa y fue saltando, de viga en viga y tejado en tejado —los que quedaban en pie—, en dirección al hotel. Tenía una llave que encontrar.



Mientras tanto, Datsue, el original y auténtico, seguía cabalgando a la yegua. Pero no se dirigía al centro del pueblo, no. Se dirigía al establo. Con suerte, sus clones ya habrían recibido la entrega del premio, podría coger su camello y largarse de allí y no echar la vista atrás nunca más.