6/11/2015, 11:44
Y ahí estaba Datsue, tras perderse al menos un millar de veces, retomar el camino correcto no menos veces y más frustrado que nunca en su vida. Siempre supo que su nivel de orientación no era precisamente alto, pero jamás imaginó que era tan sumamente… nefasto. No había otra palabra que definiese mejor lo que había hecho durante la última semana. Era algo que se llevaría a la tumba, por supuesto, pues preferiría morir antes de tener que confesar que casi había regresado por error a su país dos veces.
Pero allí estaba, al fin, en Notsuba. La ruta del viaje que había trazado con esmero en el mapa hacia Shinogi-to marcaba aquel punto. No había error posible.
Cansado de cargar con la mochila y notando como las tripas empezaban a protestar, decidió buscar algún sitio donde descansar y reponer fuerzas. Se dirigió al primer puesto de comida que vio: un pequeño establecimiento con terraza, con sólo tres mesas fuera. Por desgracia, las tres parecían estar ocupadas. Iba a darse la vuelta cuando se percató que una pareja que ocupaba una de ellas estaba pagando ya la cuenta.
“Menos mal” pensó Datsue. No tenía fuerzas para caminar ni un metro más.
Mientras esperaba a que se fueran, recorrió con la mirada al resto de clientes, fijándose especialmente en un par de chicos que parecían charlar amistosamente.
“Qué blanco es ese tío… ¿Y qué mierda le pasa en el brazo?” se preguntó Datsue, justo para después ver que ya se había liberado la mesa que tanto necesitaba.
El pequeño interés que había tenido por aquellos muchachos se disipó de golpe. No esperó más y caminó hasta la mesa recién liberada, dejándose caer sobre una de las sillas y tirando la mochila al suelo, exhausto. Sólo esperaba que la camarera no tardase mucho en atenderle.
Pero allí estaba, al fin, en Notsuba. La ruta del viaje que había trazado con esmero en el mapa hacia Shinogi-to marcaba aquel punto. No había error posible.
Cansado de cargar con la mochila y notando como las tripas empezaban a protestar, decidió buscar algún sitio donde descansar y reponer fuerzas. Se dirigió al primer puesto de comida que vio: un pequeño establecimiento con terraza, con sólo tres mesas fuera. Por desgracia, las tres parecían estar ocupadas. Iba a darse la vuelta cuando se percató que una pareja que ocupaba una de ellas estaba pagando ya la cuenta.
“Menos mal” pensó Datsue. No tenía fuerzas para caminar ni un metro más.
Mientras esperaba a que se fueran, recorrió con la mirada al resto de clientes, fijándose especialmente en un par de chicos que parecían charlar amistosamente.
“Qué blanco es ese tío… ¿Y qué mierda le pasa en el brazo?” se preguntó Datsue, justo para después ver que ya se había liberado la mesa que tanto necesitaba.
El pequeño interés que había tenido por aquellos muchachos se disipó de golpe. No esperó más y caminó hasta la mesa recién liberada, dejándose caer sobre una de las sillas y tirando la mochila al suelo, exhausto. Sólo esperaba que la camarera no tardase mucho en atenderle.