30/05/2019, 23:48
Pese a lo poco halagueñas que habían sonado las palabras de Akimichi Katsudon, no hubo percance mayor durante la noche que un par de conejos a los que Reiji avistó corriendo a apenas unos metros de su posición tal y como le habían advertido. Cada uno hizo un par de rondas, hasta el amanecer, cuando Katsudon enlazó ya con la hora de marchar.
Era temprano, porque tenían un camino muy largo por delante. El hombretón se acuclilló con dificultades frente a Reiji y le llamó con un suave (muy suave, en contraste con las manazas del tipo) empellón.
—Eh, chico. Vamos. Es la hora.
Pero no sería la hora hasta después de desayunar, pensó Katsudon, como un buen Akimichi. Se sentó frente a la hoguera y rebuscó en la mochila, sacando una magdalena enorme.
—Tengo más, pero supongo que tu dieta de entrenamiento especial no te lo permitirá.
»Escucha, Reiji. Al final ayer no te conté lo del País del Agua. Pero he estado pensando, y es mejor que lo sepas, definitivamente.
»Es una información muy delicada, y nos conviene que... nadie sepa que la sabemos. ¿Entiendes? Bien. Como todas las aldeas, tenemos espías y vigilantes repartidos por todo Oonindo. En el País del Agua hemos perdido el contacto con al menos la mitad. Y los pocos que quedan nos contactan más bien casi nunca. Las noticias que traen son siempre enigmáticas y muy maquilladas, pero por lo que parecen sugerir...
»Heishou Umigarasu, Daimyo del País del Agua, tiene contactos muy importantes en el crimen organizado del archipiélago. Los rumores cuentan que está apadrinando ninjas exiliados y agrupándolos en torno a él, como un pequeño ejército.
»Es una situación complicada. Mejor que pasemos en ese país el menor tiempo posible. Llegar, coger el barco para el País del Hierro, y a la vuelta lo mismo para volver a las Islas del Té. Y mejor no hacer preguntas ni dar a entender que estamos husmeando por allí.
Era temprano, porque tenían un camino muy largo por delante. El hombretón se acuclilló con dificultades frente a Reiji y le llamó con un suave (muy suave, en contraste con las manazas del tipo) empellón.
—Eh, chico. Vamos. Es la hora.
Pero no sería la hora hasta después de desayunar, pensó Katsudon, como un buen Akimichi. Se sentó frente a la hoguera y rebuscó en la mochila, sacando una magdalena enorme.
—Tengo más, pero supongo que tu dieta de entrenamiento especial no te lo permitirá.
»Escucha, Reiji. Al final ayer no te conté lo del País del Agua. Pero he estado pensando, y es mejor que lo sepas, definitivamente.
»Es una información muy delicada, y nos conviene que... nadie sepa que la sabemos. ¿Entiendes? Bien. Como todas las aldeas, tenemos espías y vigilantes repartidos por todo Oonindo. En el País del Agua hemos perdido el contacto con al menos la mitad. Y los pocos que quedan nos contactan más bien casi nunca. Las noticias que traen son siempre enigmáticas y muy maquilladas, pero por lo que parecen sugerir...
»Heishou Umigarasu, Daimyo del País del Agua, tiene contactos muy importantes en el crimen organizado del archipiélago. Los rumores cuentan que está apadrinando ninjas exiliados y agrupándolos en torno a él, como un pequeño ejército.
»Es una situación complicada. Mejor que pasemos en ese país el menor tiempo posible. Llegar, coger el barco para el País del Hierro, y a la vuelta lo mismo para volver a las Islas del Té. Y mejor no hacer preguntas ni dar a entender que estamos husmeando por allí.
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