7/11/2015, 22:35
Lejos de ser su propósito, Juro entendió por la pregunta que el albino cuestionaba quién era el recién llegado. Sus palabras fueron obvias, no conocía de nada al extranjero. Hasta él se dio cuenta de los detalles, tampoco era algo muy difícil de averiguar. De no ser un viajero, no levaría esos aires de cansancio, o esa mochila que parecía tan pesada.
—No, no, no... no me refería a si conoces a ese chico.— Resolvió la duda. —Te preguntaba que de quién se trata, ¿quien es esa persona que sucumbe o sucumbió a la locura? ¿Alguien cercano?—
Poco después, llamó la atención del albino con un molesto y estruendoso silbido. Se trataba de un claro gesto para llamar la atención de la camarera, pero también consiguió ese mismo propósito con gran parte de las personas que se encontraban por esos lares.
«Ya veo que no era yo el raro... si no que ésta chica pasa de cualquier extranjero...»
La chica llegó a entender a la perfección la intención del chico, y observó con calma como éste le hacía con gesto señas para que fuese hacia su mesa. Con parsimonia, la chica dejó escapar la última calada del cigarro que había en sus pulmones, dejando escapar entre sus labios un ligero reguero de humo.
Parecía hacer caso omiso al chico, fuere por una cosa o por otra. Tras un leve lapso de tiempo, la chica pareció reaccionar al fin. Dejó caer la cajetilla de tabaco sobre la barra, y tras ello tomó el cigarro que aún conservaba entre los labios. Sin mas, lo apretó contra un cristal con forma ovalada que tenía meticulosamente limpio, y dispuesto en la misma. Comenzó a andar hacia el chico, y su cara no parecía mostrar un ápice de amabilidad.
—No soy un perro para que me llames con esas formas, extranjero.— Escupió apreciablemente indignada.
Ante esas palabras, recurrió a una pose algo agresiva, con las manos en las caderas y apoyando la mayor parte de su peso en la pierna diestra. Tan solo le faltaba un chicle en la boca para parecer una choni de libro.
Los antiguos inquilinos de la mesa en que el chico se había sentado se dieron la vuelta, y miraron al joven como si su vida valiese menos que la de un insecto. Lejos de ese valor, la vida del chico iba a tener un factor económico muy apreciable, poco tardaría en darse cuenta. La chica señaló al joven, con un índice realmente acusador.
—Éste chico si que puede valer la pena, nos lo quedamos. Seguro que pagan bien por él sus familiares.—
—Si, jefa!— Contestaron al unísono.
Además de éstos, la otra mesa se levantó también de su posición, y comenzaron a rodear al chico también. Obviamente, todos parecían formar equipo, banda, o algo parecido. Un total de siete hombres, y una mujer. Quizás demasiado para un único genin.
En el otro lado del ring, el albino quedó expectante. Alcanzó a ver la situación, y lo primero que le vino a la cabeza fue que no habían sido ellos a causa de las pintas que llevaban. Al nuevo se le veía algo mas "adinerado".
—¿Y ahora qué...? ¿Piensas ayudarlo? ¿O te quedarás calladito y te escurrirás?—
—No, no, no... no me refería a si conoces a ese chico.— Resolvió la duda. —Te preguntaba que de quién se trata, ¿quien es esa persona que sucumbe o sucumbió a la locura? ¿Alguien cercano?—
Poco después, llamó la atención del albino con un molesto y estruendoso silbido. Se trataba de un claro gesto para llamar la atención de la camarera, pero también consiguió ese mismo propósito con gran parte de las personas que se encontraban por esos lares.
«Ya veo que no era yo el raro... si no que ésta chica pasa de cualquier extranjero...»
La chica llegó a entender a la perfección la intención del chico, y observó con calma como éste le hacía con gesto señas para que fuese hacia su mesa. Con parsimonia, la chica dejó escapar la última calada del cigarro que había en sus pulmones, dejando escapar entre sus labios un ligero reguero de humo.
Parecía hacer caso omiso al chico, fuere por una cosa o por otra. Tras un leve lapso de tiempo, la chica pareció reaccionar al fin. Dejó caer la cajetilla de tabaco sobre la barra, y tras ello tomó el cigarro que aún conservaba entre los labios. Sin mas, lo apretó contra un cristal con forma ovalada que tenía meticulosamente limpio, y dispuesto en la misma. Comenzó a andar hacia el chico, y su cara no parecía mostrar un ápice de amabilidad.
—No soy un perro para que me llames con esas formas, extranjero.— Escupió apreciablemente indignada.
Ante esas palabras, recurrió a una pose algo agresiva, con las manos en las caderas y apoyando la mayor parte de su peso en la pierna diestra. Tan solo le faltaba un chicle en la boca para parecer una choni de libro.
Los antiguos inquilinos de la mesa en que el chico se había sentado se dieron la vuelta, y miraron al joven como si su vida valiese menos que la de un insecto. Lejos de ese valor, la vida del chico iba a tener un factor económico muy apreciable, poco tardaría en darse cuenta. La chica señaló al joven, con un índice realmente acusador.
—Éste chico si que puede valer la pena, nos lo quedamos. Seguro que pagan bien por él sus familiares.—
—Si, jefa!— Contestaron al unísono.
Además de éstos, la otra mesa se levantó también de su posición, y comenzaron a rodear al chico también. Obviamente, todos parecían formar equipo, banda, o algo parecido. Un total de siete hombres, y una mujer. Quizás demasiado para un único genin.
En el otro lado del ring, el albino quedó expectante. Alcanzó a ver la situación, y lo primero que le vino a la cabeza fue que no habían sido ellos a causa de las pintas que llevaban. Al nuevo se le veía algo mas "adinerado".
—¿Y ahora qué...? ¿Piensas ayudarlo? ¿O te quedarás calladito y te escurrirás?—