2/06/2019, 11:10
Katsudon resopló.
—Puf. El único sitio por el que se me ocurre que podríamos volver es por el País de la Tormenta. Es un rodeo un poco grande, ¿eh, chico?
Si, pero en teoría, debía ser mas seguro para nosotros y si era a la vuelta, querría decir nuestra misión ya estaba cumplida. Además, se suponía que estábamos en una alianza.
—. Además, no sé qué es peor. Esos amejin están locos. ¡Locos, te digo! El otro día uno se coló dentro del puto despacho de Hanabi, joder. ¿¡Te lo puedes creer!?
Unas semanas atrás me hubiese sorprendido. A día de hoy... Parecía que todo el maldito mundo podía colarse en uzushiogakure. Quizás no fueran los demás, quizás era nuestra seguridad lo que flaqueaba. Por que la primera vez es culpa del otro, pero la segunda es culpa tuya por no haber puesto las medidas necesarias tras el primero.
Y si, estaban locos, aunque no mas locos de lo que yo consideraba que estaban los de Kusagakure. Esos se metieron en una refriega por que si. Sin motivo. Solo para saciar sus ganas de pelear. Pero, en fin, siempre hay gente dispuesta a enseñarle al mundo su nivel de estupidez.
—Aunque también está el País del Rayo... igualmente es un poco pateo, ¿eh?
Aquella...¡aquella era una idea maravillosa! Muchas de las artes de kenjutsu que se conocían ahora, pese a ser los samuráis los "maestros supremos" de la espada, se habían heredado de antiguos maestros de la espada de Kumogakure, que en teoría estaba en el país del rayo.
Quizás escondido en alguna montaña quedaba vivo algún viejo maestro de la espada.
— ¡Bueno, ya veremos, chico! De todas formas, con este cuerpazo que tengo, no creo que se atrevan a asaltarte si voy a tu lado, jua, jua, jua!
Eso también era un problema pese a su confianza. Sobretodo, si queríamos pasar desapercibidos, era un enorme problema.
Al terminar de desayunar nos pusimos en marcha de nuevo. No hacia falta que retomara mi entrenamiento diario. La propia caminata ya fue un entrenamiento, de velocidad y de resistencia. No hubo mas descansos.
Al cabo de un par de horas, vimos de lejos un enorme castillo tradicional. Por su aspecto, no parecía que nadie viviera allí dentro, o quizás, esa era la intención de alguna banda criminal. Tuve que apartar la vista del castillo cuando un reflejo en una ventana me deslumbro.
—Es increíble, alguna de esas armaduras samurai mantienen todavía su brillo intacto. O quizás eran más brillantes aún en su día. No entiendo como este lugar sigue en pie, con las armaduras y armas dentro. ¿Quizás incluso los ladrones tienen más respeto por esos guerreros ancestrales de lo que les concedo?
—Quizás. —Dije mientras hacia una pequeña reverencia en señal de respeto a aquellos antiguos guerreros. —O quizas sea una tapadera. Quizás alguna organización de villanos haya decidido mantenerla en ese estado para disimular que esconden ahí, quizás bajo el suelo, su base secreta.
Aunque lo dije bromeando, tampoco era una idea muy descabellada ¿No?
—Puf. El único sitio por el que se me ocurre que podríamos volver es por el País de la Tormenta. Es un rodeo un poco grande, ¿eh, chico?
Si, pero en teoría, debía ser mas seguro para nosotros y si era a la vuelta, querría decir nuestra misión ya estaba cumplida. Además, se suponía que estábamos en una alianza.
—. Además, no sé qué es peor. Esos amejin están locos. ¡Locos, te digo! El otro día uno se coló dentro del puto despacho de Hanabi, joder. ¿¡Te lo puedes creer!?
Unas semanas atrás me hubiese sorprendido. A día de hoy... Parecía que todo el maldito mundo podía colarse en uzushiogakure. Quizás no fueran los demás, quizás era nuestra seguridad lo que flaqueaba. Por que la primera vez es culpa del otro, pero la segunda es culpa tuya por no haber puesto las medidas necesarias tras el primero.
Y si, estaban locos, aunque no mas locos de lo que yo consideraba que estaban los de Kusagakure. Esos se metieron en una refriega por que si. Sin motivo. Solo para saciar sus ganas de pelear. Pero, en fin, siempre hay gente dispuesta a enseñarle al mundo su nivel de estupidez.
—Aunque también está el País del Rayo... igualmente es un poco pateo, ¿eh?
Aquella...¡aquella era una idea maravillosa! Muchas de las artes de kenjutsu que se conocían ahora, pese a ser los samuráis los "maestros supremos" de la espada, se habían heredado de antiguos maestros de la espada de Kumogakure, que en teoría estaba en el país del rayo.
Quizás escondido en alguna montaña quedaba vivo algún viejo maestro de la espada.
— ¡Bueno, ya veremos, chico! De todas formas, con este cuerpazo que tengo, no creo que se atrevan a asaltarte si voy a tu lado, jua, jua, jua!
Eso también era un problema pese a su confianza. Sobretodo, si queríamos pasar desapercibidos, era un enorme problema.
Al terminar de desayunar nos pusimos en marcha de nuevo. No hacia falta que retomara mi entrenamiento diario. La propia caminata ya fue un entrenamiento, de velocidad y de resistencia. No hubo mas descansos.
Al cabo de un par de horas, vimos de lejos un enorme castillo tradicional. Por su aspecto, no parecía que nadie viviera allí dentro, o quizás, esa era la intención de alguna banda criminal. Tuve que apartar la vista del castillo cuando un reflejo en una ventana me deslumbro.
—Es increíble, alguna de esas armaduras samurai mantienen todavía su brillo intacto. O quizás eran más brillantes aún en su día. No entiendo como este lugar sigue en pie, con las armaduras y armas dentro. ¿Quizás incluso los ladrones tienen más respeto por esos guerreros ancestrales de lo que les concedo?
—Quizás. —Dije mientras hacia una pequeña reverencia en señal de respeto a aquellos antiguos guerreros. —O quizas sea una tapadera. Quizás alguna organización de villanos haya decidido mantenerla en ese estado para disimular que esconden ahí, quizás bajo el suelo, su base secreta.
Aunque lo dije bromeando, tampoco era una idea muy descabellada ¿No?