5/06/2019, 12:56
(Última modificación: 5/06/2019, 12:56 por Sarutobi Hikaru.)
La joven kunoichi acababa de llegar a la ciudad de los herreros apenas cargada con una pequeña bolsa de viaje, su discreto kimono corto y su bandana que ahora la . Pese a haber realizado la marcha relativamente rápido, no había podido evitar distraerse varias veces en el camino, pues era la primera vez que tenía la oportunidad de alejarse tanto de la aldea, una situación que su curiosidad e inquietud naturales no habían podido dejar pasar por alto, contemplando el anodino paisaje de las llanuras del silencio con un asombro y curiosidad desbordantes para la absoluta nada que mostraban para el resto de viandantes.
Una vez en la ciudad, incluso para la pelirroja el calor se hacía bastante desagradable, el calor desprendido de las decenas de forjas, liberados por los ensordecedores martillazos lo hacían un ambiente muy diferente a los bucólicos y tranquilos campos en los que se había criado.
Mientras observaba con una sonrisa curiosa y amable a un rudo herrero que martilleaba una espada en uno de los puestos de la calle, pensó de nuevo en la misión que le habían encomendado “Encontrar la forja de Akiyama y encargar un cargamento de shuriken y kunais de entrenamiento para la Academia de las Olas. ” Un pequeño gesto de hastío e impaciencia se formó en el rostro de la joven. “Cuando imaginaba ser kunoichi me imaginaba realizando misiones que ayudaran a mejorar la aldea y el país ¿Pero aquello?” Se volvió a preguntar suspirando antes de mover la cabeza enérgicamente un instante, debía alegrarse de que aquella misión pudiera ayudar a otros niños a formarse en las artes shinobi, tal vez incluso alguno de los kunai que encargara serían para otra joven de la aldea sin recursos con los que empezar a entrar, pensó más contenta acariciando un instante los suyos propios escondidos bajo su falda.
Un grosero movimiento de sus tripas le indicó no obstante que ya era tarde y aún no había comido por lo que decidió darse un instante para buscar un lugar donde comer y recuperar energía, luego tendría toda la tarde para buscar a su proveedor, al fin y al cabo, era una misión sencilla.
Se sentó en puesto ambulante de comida, saludando con su más agradable sonrisa a la pareja de cocineros, pidiendo un plato de yakisoba, esperando que aquella misión no le doliera demasiado a su ya dolorida economía. -Seguro que está delicioso – respondió cuando le tendieron el cuenco.
Una vez en la ciudad, incluso para la pelirroja el calor se hacía bastante desagradable, el calor desprendido de las decenas de forjas, liberados por los ensordecedores martillazos lo hacían un ambiente muy diferente a los bucólicos y tranquilos campos en los que se había criado.
Mientras observaba con una sonrisa curiosa y amable a un rudo herrero que martilleaba una espada en uno de los puestos de la calle, pensó de nuevo en la misión que le habían encomendado “Encontrar la forja de Akiyama y encargar un cargamento de shuriken y kunais de entrenamiento para la Academia de las Olas. ” Un pequeño gesto de hastío e impaciencia se formó en el rostro de la joven. “Cuando imaginaba ser kunoichi me imaginaba realizando misiones que ayudaran a mejorar la aldea y el país ¿Pero aquello?” Se volvió a preguntar suspirando antes de mover la cabeza enérgicamente un instante, debía alegrarse de que aquella misión pudiera ayudar a otros niños a formarse en las artes shinobi, tal vez incluso alguno de los kunai que encargara serían para otra joven de la aldea sin recursos con los que empezar a entrar, pensó más contenta acariciando un instante los suyos propios escondidos bajo su falda.
Un grosero movimiento de sus tripas le indicó no obstante que ya era tarde y aún no había comido por lo que decidió darse un instante para buscar un lugar donde comer y recuperar energía, luego tendría toda la tarde para buscar a su proveedor, al fin y al cabo, era una misión sencilla.
Se sentó en puesto ambulante de comida, saludando con su más agradable sonrisa a la pareja de cocineros, pidiendo un plato de yakisoba, esperando que aquella misión no le doliera demasiado a su ya dolorida economía. -Seguro que está delicioso – respondió cuando le tendieron el cuenco.