9/06/2019, 13:15
(Última modificación: 9/06/2019, 13:16 por Aotsuki Ayame.)
FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
La agradable melodía se transformó súbitamente en un agudo pitido que laceró los oídos de Ayame y le hizo tapárselos con un profundo gesto de dolor.
—A-ahm… Eeeh… —balbuceó la muchacha, después de varios malabarismos y aspavientos con su flauta para evitar que terminara cayendo al suelo—. L-l-lo si-siento.
—No... no te preocupes... —farfulló Ayame, que aún se masajeaba el trago de la oreja en un intento por disipar aquel pitido que se le había quedado grabado a fuego en el tímpano.
—Di-digo… Perdón. ¡No! Ehm… Bu… ¿Buscaba a o-otra flautista?
Ayame ladeó la cabeza varias veces, pensativa y algo extrañada ante la actitud de la desconocida. Hablaba con ella pero no la miraba a la cara, sino a los pies. Durante un instante, Ayame no pudo evitar preguntarse si tendría algo en ellos o si los tendría sucios, pero enseguida desechó aquella idea cuando bajó la cabeza para comprobarlo.
—Bueno, más que buscarla... Digamos que tengo una amiga a la que hace mucho tiempo que no veo y que también toca la flauta. Al escucharte creía que... Bueno, creía que tú serías esa persona. Siento mucho haberte asustado —le sonrió, afable—. ¡Por cierto, se te da muy bien! ¡Oh! ¿Eres una kunoichi de Kusagakure? —añadió, señalando la bandana que llevaba anudada al cuello y en la que acababa de reparar.