10/06/2019, 21:04
El rostro de Hikaru se mostraba extramente tenso y en calma, sintiendo como el aire cálido de la estación acariciaba sus piernas flexionadas bajo su cuerpo, sus brazos cruzados frente a su pecho mientras sus dedos se tensaban en el sello del tigre. Apenas era consciente de una gota de sudor que le resbalaba por la nariz en aquel instante “ Todo esto para acabar plantando pimientos en un huerto que ni siquiera es el de mis padres” El pesimista pensamiento fue un catalizador suficiente para que la joven perdiera toda la concentración que había conseguido en aquellos escasos minutos de relajación, sintiendo como su energía espiritual volvía a disiparse en ella sin la menor piedad con la joven aprendiz.
Con un grito de exasperación, gruño una, dos y tres veces antes de conseguir respirar y calmarse poco a poco, dejando que su espalda se columpiara hacia atrás, quedando tendida en mitad de la plaza que por suerte, estaba desierta a aquellas horas de la tarde.
La frustración de la joven kunoichi no hacía más que aumentar día tras día desde que había abandonado la academia de las Olas. Antes al menos podía decirse así misma que no estaba preparada, que solo era una pequeña estudiante que no había demostrado lo que podía hacer ¿Pero ahora? - ¿Para que sirve todo mi entrenamiento si solo me mandan a cargar cajas y a plantar cebollas?- se volvió a quejar en voz alta mientras volvía a incorporarse, haciendo que su descontrolada melena siguiera en contacto con el suelo del parque.
Había decidido refugiarse allí desde después de comer, parecía que al menos no le mandarían hoy una misión absurda y perfectamente capaz de hacerse por cualquier persona de la villa, hubiera recibido o no entrenamiento para ser shinobi, así que con su habitual tranquilidad había decidido refugiarse en el parque de los cerezos a entrenar. Si quería ser una buena kunoichi en poco tiempo, desde luego aquellas misiones no le iban a servir absolutamente para nada.
Sacudiéndose el polvo de su corto kimono y de su salvaje melena, se dispuso a continuar con aquel pequeño entrenamiento antes de que el recuerdo de sus “misiones” la hiciera o dormirse de aburrimiento o bien explotar en uno de sus característicos enfados, ni la propia Hikaru sabía exactamente que pasaría.
Con un grito de exasperación, gruño una, dos y tres veces antes de conseguir respirar y calmarse poco a poco, dejando que su espalda se columpiara hacia atrás, quedando tendida en mitad de la plaza que por suerte, estaba desierta a aquellas horas de la tarde.
La frustración de la joven kunoichi no hacía más que aumentar día tras día desde que había abandonado la academia de las Olas. Antes al menos podía decirse así misma que no estaba preparada, que solo era una pequeña estudiante que no había demostrado lo que podía hacer ¿Pero ahora? - ¿Para que sirve todo mi entrenamiento si solo me mandan a cargar cajas y a plantar cebollas?- se volvió a quejar en voz alta mientras volvía a incorporarse, haciendo que su descontrolada melena siguiera en contacto con el suelo del parque.
Había decidido refugiarse allí desde después de comer, parecía que al menos no le mandarían hoy una misión absurda y perfectamente capaz de hacerse por cualquier persona de la villa, hubiera recibido o no entrenamiento para ser shinobi, así que con su habitual tranquilidad había decidido refugiarse en el parque de los cerezos a entrenar. Si quería ser una buena kunoichi en poco tiempo, desde luego aquellas misiones no le iban a servir absolutamente para nada.
Sacudiéndose el polvo de su corto kimono y de su salvaje melena, se dispuso a continuar con aquel pequeño entrenamiento antes de que el recuerdo de sus “misiones” la hiciera o dormirse de aburrimiento o bien explotar en uno de sus característicos enfados, ni la propia Hikaru sabía exactamente que pasaría.