12/06/2019, 23:39
Y la voz de Katsudon llegó de aún más arriba, el tercer piso. Reiji recordó, de pronto, que fue precisamente desde la ventana del tercer piso que dislumbró aquél destello.
Esta vez, las dos voces llegaron con claridad.
—¡Pero mujer! ¡Si son sólo armaduras!
—¡Ya, ya lo sé! P-pero es que por el rabillo del ojo me pareció ver que se movía y creí que...
—¿Qué va a ser? Además, con esa espada que llevas seguro que quien te ataque iba a sufrir más que tú.
Se pudo oír el sonido metálico de una espada envainándose.
—Tamashigiri sirve para cortar la carne, a pesar de su nombre, no a un... a un...
—¿A un qué?
Justo en ese instante la cabeza de Reiji asomó por la escalera. El muchacho vio al hombretón, acuclillado frente a una muchacha rubia, con el pelo corto, los ojos grises y con pecas oscuras por todo el cuerpo que destacaban notablemente de su tez paliducha. Tenía varias cicatrices en los brazos y en las piernas, y una particularmente grande cruzándole toda la cara. Miró a Reiji con curiosidad.
—¿Otro shinobi?
—¡Ah, Reiji-kun! Me complace anunciar que se trataba de una falsa alarma —rio bonachón Katsudon.
La mujer vestía con un kimono largo, unas geta y unos tabi y llevaba una espada de considerable envergadura con la vaina de color plata y una inscripción en la lengua tradicional, escrita enteramente con ideogramas, que rezaba (o al menos la parte que él podía ver desde allí):
Esta vez, las dos voces llegaron con claridad.
—¡Pero mujer! ¡Si son sólo armaduras!
—¡Ya, ya lo sé! P-pero es que por el rabillo del ojo me pareció ver que se movía y creí que...
—¿Qué va a ser? Además, con esa espada que llevas seguro que quien te ataque iba a sufrir más que tú.
Se pudo oír el sonido metálico de una espada envainándose.
—Tamashigiri sirve para cortar la carne, a pesar de su nombre, no a un... a un...
—¿A un qué?
Justo en ese instante la cabeza de Reiji asomó por la escalera. El muchacho vio al hombretón, acuclillado frente a una muchacha rubia, con el pelo corto, los ojos grises y con pecas oscuras por todo el cuerpo que destacaban notablemente de su tez paliducha. Tenía varias cicatrices en los brazos y en las piernas, y una particularmente grande cruzándole toda la cara. Miró a Reiji con curiosidad.
—¿Otro shinobi?
—¡Ah, Reiji-kun! Me complace anunciar que se trataba de una falsa alarma —rio bonachón Katsudon.
La mujer vestía con un kimono largo, unas geta y unos tabi y llevaba una espada de considerable envergadura con la vaina de color plata y una inscripción en la lengua tradicional, escrita enteramente con ideogramas, que rezaba (o al menos la parte que él podía ver desde allí):
...el cuerpo sin cortar el al... porque un guerrero tullido aún... sólo pierde si ha perdido su...
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