15/06/2019, 18:49
Fue una voz la que la sacó de sus pensamientos. Una voz femenina que conocía muy bien y que hacía mucho tiempo que no escuchaba.
—¡Ayame!
Ella abrió los ojos como platos y el ferrocarril pasó de inmediato a un segundo plano en su mente. Pero no se trataba de ninguna confusión, no se lo había imaginado. De verdad estaba allí, saludándola en la distancia agitando un brazo por encima de la cabeza. Y seguía igual que siempre, inconfundible con aquellos cabellos tan rojos como el fuego.
—¡Eri! —correspondió, acercándose a grandes zancadas hacia la kunoichi de Uzushiogakure—. ¡Qué sorpresa! ¿Qué haces aquí?
Pero antes de que pudiera recibir ninguna respuesta, otra voz, en esta ocasión masculina, la sorprendió aún más.
—Buenos días, Aotsuki-san. Uzumaki-san.
Porque si hacía tiempo que no veía a Eri; aquellos peculiares modales y aquella rectitud los había creído ya perdidos en los ecos del tiempo.
—Mo... ¡Mogura-san!
—No esperaba encontrarlas en este lugar.
—¡Yo menos aún! —exclamó, con una radiante sonrisa—. ¿Cuánto tiempo hace que no nos vemos? ¡Desde el examen de Chuunin, si no recuerdo mal! ¿En qué agujero te habías escondido? ¿Y qué hacéis ambos aquí? —añadió, volviéndose hacia los dos. Y entonces reparó en algo, y parpadeó, confundida—. ¿Os... conocéis?
—¡Ayame!
Ella abrió los ojos como platos y el ferrocarril pasó de inmediato a un segundo plano en su mente. Pero no se trataba de ninguna confusión, no se lo había imaginado. De verdad estaba allí, saludándola en la distancia agitando un brazo por encima de la cabeza. Y seguía igual que siempre, inconfundible con aquellos cabellos tan rojos como el fuego.
—¡Eri! —correspondió, acercándose a grandes zancadas hacia la kunoichi de Uzushiogakure—. ¡Qué sorpresa! ¿Qué haces aquí?
Pero antes de que pudiera recibir ninguna respuesta, otra voz, en esta ocasión masculina, la sorprendió aún más.
—Buenos días, Aotsuki-san. Uzumaki-san.
Porque si hacía tiempo que no veía a Eri; aquellos peculiares modales y aquella rectitud los había creído ya perdidos en los ecos del tiempo.
—Mo... ¡Mogura-san!
—No esperaba encontrarlas en este lugar.
—¡Yo menos aún! —exclamó, con una radiante sonrisa—. ¿Cuánto tiempo hace que no nos vemos? ¡Desde el examen de Chuunin, si no recuerdo mal! ¿En qué agujero te habías escondido? ¿Y qué hacéis ambos aquí? —añadió, volviéndose hacia los dos. Y entonces reparó en algo, y parpadeó, confundida—. ¿Os... conocéis?