20/06/2019, 01:35
Kazuma miraba con extrañeza la enorme estructura de metal, cuya quietud le recordaba la de un animal echado. Caminaba de un lado a otro, inspeccionándola y preguntándose si sería más grande que aquellas criaturas marinas que salían en sus libros ilustrados.
—Quizás es del tamaño de una ballena —se dijo mientras se alejaba para tener una vista panorámica—, aunque esta no tendría que temer el hierro de los arpones o los machetes.
Y la veía tan sólida y pesada que no resultaba difícil creer que hundiría un barco ballenero con un leve golpe, acaso se tratase de una sierpe. Lo que si resultaba difícil imaginar era cuantos caballos harían falta para mover semejante vehículo; porque eso decían que era, un vehículo.
—Pero no hay rastros de caballo o bueyes —murmuro, viendo que todo estaba limpio y despejado—. Como puede algo que no está vivo mover tanto peso… Bueno, los molinos son pesados y los barcos también lo son, y se mueven, alimentados por el agua o el viento…
Pero esa cosa se desplazaba sobre la tierra, como rodando, como con espíritu propio y a la carrera… Era difícil de creer; pero eso se rumoreaba, aunque los rumores no eran confiables u homogéneos: iban desde lo más lógico hasta lo completamente inverosímil… Inclusive escucho que algunos murmuraban que, “obviamente”, la estructura era tan grande debido a los elefantes corredores que yacían en su interior, especialmente entrenados para esa tarea.
—Esto promete —se dijo sonriendo, agradecido con su tutor por cederle la invitación a tan exclusivo evento, a manera de felicitación por su última misión exitosa—. Podría acostumbrarme a este tipo de recompensas y…
De pronto dio un paso hacia atrás, calmado, pero en guardia evidente.
—¡¿Acaba de rebuznar!? —preguntó, sorprendido ante la aparente muestra de vida.
Y mayor fue la sorpresa cuando la gente comenzó a moverse, guiada por otra gente uniformada, que la invitaba a las entrañas de la bestia. Kazuma, confuso y maniobrando con el saco de lona que era su equipaje, apenas alcanzaba a seguir las indicaciones, mirando hacia todos lados como… como un chico de pueblo que va por primera vez a la ciudad, y cuyos ojos no alcanzan para ver todas sus maravillas cotidianas.
—Quizás es del tamaño de una ballena —se dijo mientras se alejaba para tener una vista panorámica—, aunque esta no tendría que temer el hierro de los arpones o los machetes.
Y la veía tan sólida y pesada que no resultaba difícil creer que hundiría un barco ballenero con un leve golpe, acaso se tratase de una sierpe. Lo que si resultaba difícil imaginar era cuantos caballos harían falta para mover semejante vehículo; porque eso decían que era, un vehículo.
—Pero no hay rastros de caballo o bueyes —murmuro, viendo que todo estaba limpio y despejado—. Como puede algo que no está vivo mover tanto peso… Bueno, los molinos son pesados y los barcos también lo son, y se mueven, alimentados por el agua o el viento…
Pero esa cosa se desplazaba sobre la tierra, como rodando, como con espíritu propio y a la carrera… Era difícil de creer; pero eso se rumoreaba, aunque los rumores no eran confiables u homogéneos: iban desde lo más lógico hasta lo completamente inverosímil… Inclusive escucho que algunos murmuraban que, “obviamente”, la estructura era tan grande debido a los elefantes corredores que yacían en su interior, especialmente entrenados para esa tarea.
—Esto promete —se dijo sonriendo, agradecido con su tutor por cederle la invitación a tan exclusivo evento, a manera de felicitación por su última misión exitosa—. Podría acostumbrarme a este tipo de recompensas y…
De pronto dio un paso hacia atrás, calmado, pero en guardia evidente.
—¡¿Acaba de rebuznar!? —preguntó, sorprendido ante la aparente muestra de vida.
Y mayor fue la sorpresa cuando la gente comenzó a moverse, guiada por otra gente uniformada, que la invitaba a las entrañas de la bestia. Kazuma, confuso y maniobrando con el saco de lona que era su equipaje, apenas alcanzaba a seguir las indicaciones, mirando hacia todos lados como… como un chico de pueblo que va por primera vez a la ciudad, y cuyos ojos no alcanzan para ver todas sus maravillas cotidianas.