12/11/2015, 13:26
-Conozco a una Kagome pero no el lugar que menciona... - Comentó mientras volvía a doblar el papel no sin antes dejar el cepillo dentro del portaobjetos. - Supondré que es otra Kagome así que... Dame lo que usaron para atar esto a la pata de la paloma y hacemos de cuenta que no pasó nada. -
La joven Hyuga alargó la mano para tender el cordel con el que se había atado aquel pergamino a la pata de la paloma cuando de repente algo brillante paso silbando entre su mano y la de su compañera, llevándose la fina cuerda. No sabía muy bien que había pasado, sin embargo aquel brillo le recordó al del metal —¡¡¿Qué ha sido eso?!!— dijo la joven sobresaltada que retiró la mano en un reflejo defensivo, a la vez que lanzaba una mirada hacia el frente lugar de donde había provenido aquel extraño objeto. Entre las piedras pudo localizar a un encapuchado, envuelto en una larga y pesada capa de viaje de color marrón oscuro. Tenía su mano extendida como si acabase de lanzar algo. La de kusabi, no tardó mucho en relacionar ambos eventos y determinar que debía de haber sido algo parecido a un kunai aunque no podía precisar que podía haber sido —¡¿Un bandido?!— lanzó la pregunta un tanto alterada a su compañera al tiempo que se dejaba caer al suelo desde el dolmen. Al tocar el piso flexionó un poco las piernas para amortiguar la caída.
El extraño agresor, recogió la mano y se mantuvo de pie, ocultando su mirada bajo la capucha.
—Entregadme esa carta, perros de los Yashimura— bramó aquel tipo con furia —Su contenido no os concierne— indicó anttes de amanezar a las dos kunoichis —Si no lo hacéis acabaré con vosotros—
Aquel comentario descolocó aún más a la joven, aunque lo que tenía claro es que se debía de tratar del destinatario original de la carta. La peliblanca no sabía muy bien que hacer, pero como ella no tenía la carta prefirió dejar que su compañera decidiera. Entre tanto, ella se mantendría en guardia, por si no quedaba más remedio que luchar
La joven Hyuga alargó la mano para tender el cordel con el que se había atado aquel pergamino a la pata de la paloma cuando de repente algo brillante paso silbando entre su mano y la de su compañera, llevándose la fina cuerda. No sabía muy bien que había pasado, sin embargo aquel brillo le recordó al del metal —¡¡¿Qué ha sido eso?!!— dijo la joven sobresaltada que retiró la mano en un reflejo defensivo, a la vez que lanzaba una mirada hacia el frente lugar de donde había provenido aquel extraño objeto. Entre las piedras pudo localizar a un encapuchado, envuelto en una larga y pesada capa de viaje de color marrón oscuro. Tenía su mano extendida como si acabase de lanzar algo. La de kusabi, no tardó mucho en relacionar ambos eventos y determinar que debía de haber sido algo parecido a un kunai aunque no podía precisar que podía haber sido —¡¿Un bandido?!— lanzó la pregunta un tanto alterada a su compañera al tiempo que se dejaba caer al suelo desde el dolmen. Al tocar el piso flexionó un poco las piernas para amortiguar la caída.
El extraño agresor, recogió la mano y se mantuvo de pie, ocultando su mirada bajo la capucha.
—Entregadme esa carta, perros de los Yashimura— bramó aquel tipo con furia —Su contenido no os concierne— indicó anttes de amanezar a las dos kunoichis —Si no lo hacéis acabaré con vosotros—
Aquel comentario descolocó aún más a la joven, aunque lo que tenía claro es que se debía de tratar del destinatario original de la carta. La peliblanca no sabía muy bien que hacer, pero como ella no tenía la carta prefirió dejar que su compañera decidiera. Entre tanto, ella se mantendría en guardia, por si no quedaba más remedio que luchar