25/06/2019, 16:38
(Última modificación: 25/06/2019, 16:39 por Uchiha Akame.)
Los muchachos de Kusa se acercaron a la extraña e imponente maquinaria, viendo cómo los demás pasajeros subían al tren. Todos parecían sumamente curiosos y llamaban la atención de una forma u otra; incluso, a veces, por lucir demasiado anodinos. El personal de uniforme que les estaba ayudando a cargar las maletas en su mayoría quedaba luego en el propio andén —muy rudimentario todavía—, de modo que podía deducirse que el personal de a bordo era más reducido. Kazuma y Geki vieron pasar junto a ellos a un hombre muy alto y fornido, de anchos hombros, vestido con un kimono formal típico de los samuráis de reconocido prestigio, de preciosa tela color rojo tejo. Llevaba el pelo rasurado por la parte de arriba de la cabeza y la frente, largo por los lados y atrás, recogido en una coleta alta. Aquel peinado no hacía sino reforzar la imagen de tipo duro que además transmitía la katana de fina factura del daisho que llevaba a la cintura.
—¿Hum? —el tipo se detuvo tras pasar junto a ellos, dedicándoles una mirada que parecía entre sorprendida y molesta—. No deberíais acercaros tanto al tren, muchachos, dicen que es peligroso cuando arranca a correr.
En ese momento los ojos marrones del espadachín, que estaban examinando inquisitivamente a los dos genin, se volvieron inconscientemente hacia un lado. Si los chicos le seguían la mirada, podrían ver que estaba fija en una mujer cuarentona, alta y esbelta, de pelo negro recogido en un moño perfecto. Ella ni siquiera pareció reparar en la presencia del espadachín, sino que cediéndole amablemente su maleta a un azafato del tren, se limitó a remangarse su precioso kimono blanco con motivos florales en rosa y entrar en el vagón colindante.
—¡Pasajeros al tren! ¡Todos los pasajeros al tren! —vociferaba un hombre de mediana edad y altura, algo rechoncho, con una postura extremadamente recta y formal. El viento agitaba sus cabellos, anaranjados, y sus ojos azules recorrían con nerviosismo el andén. Se detuvieron un momento en los dos genin de Kusa, y tras un instante de duda, el azafato se acercó a ellos—. ¿Puedo ayudarles en algo, jóvenes? El tren está a punto de partir.
Su voz era tan educada y cortés como sugería su uniforme de encargado del servicio a bordo, de tela color salmón, y su gorra del mismo tono.