3/07/2019, 00:49
Tema Veraniego
A finales del verano de 219, la familia Sagisō fue al este de Ōnindo para aprovechar los últimos días del sol más intenso del año. Una semana antes, la chica se había encontrado con Ayame, en Yachi, y tiempo después regresaría al este, a Los Herreros, donde se encontraría con Ken y Hikaru.
—Un buen lugar, esto es lo que es. —dijo Sagisō Kizaemon mientras clavaba un enorme parasol en la arena fina del País del Rayo.
Era un día despejado, temprano todavía, y con agradables vientos del este. Había un calor exquisito, y no había casi nadie en aquella playa. Una serie de rocas naturales de lo que parecía ser otrora un risco fungía de escollera a la izquierda, hacia el este. Detrás del hombre con yukata de colores amarillos, se veía una mujer algo madura, muy atractiva y de cabello carmesí, quien guiaba con su único brazo, el izquierdo, a un par de sirvientes para que colocaran varias mantas sobre la arena y las aseguraban con lo que podían. Portaba un kimono que mostraba desde la rodilla hacia abajo, típico de esta fémina, aunque no parecía portar ropa de baño alguna. Al lado de Sagisō Komachi se veía una chica bajita de cabello similar y piel bronceada, con pequeños pantaloncillos y la parte superior de un bikini naranja muy modesto, de aspecto modesto. Sagisō Kuumi portaba también unas gafas de sol de aspecto costoso y un bolso que no podía tener más pinta de “vacaciones de verano”.
Y al final iba una chica alta, de cabello castaño oscuro suelto, salvo un entrenzado en la nuca, y piel ligeramente morena. Vestía un traje de baño blanco con florecitas cian, de una pieza, el cual llegaba hasta la base del cuello, además de tener un adorno ondulado a lo largo de la línea de la cadera, como una falda. Aunado a ello, vestía una falda azul translúcida, que apenas y alcanzaba a oscurecer sus piernas bien formadas, fruto del entrenamiento y su estilo de pelea.
Sagisō Ranko estaba bastante contenta de que no hubiese mucha gente en aquel lugar, así podría estar tranquila sin temor que la vieran.
—Perfecto —Les dijo Komachi a los sirvientes que colocaban el resto de las mantas y parasoles, y a los que traían las canastas de comida de la carroza que había quedado un buen tramo más atrás, en el camino —. Chicas, adelante. Son libres.
Kuumi rió.
—Genial. Pero comenzaré tomando algo de color. —dijo antes de acomodarse fuera de los parasoles para recibir gustosa el sol de media mañana.
—Creo que yo iré a pasear un momento. No… No parece haber mucho problema por ese lado. —Ranko señaló hacia las rocas.
Komachi la despidió con un gesto de la mano, y Ranko comenzó a caminar hacia el este. Hacía ya mucho tiempo que no estaba en el País del Rayo, y hasta ese momento no conocía lo bellas que eran sus playas.
”Es tan raro ver el mar a su mismo nivel, y no desde un risco…” pensó, mientras deambulaba sobre la arena rumbo a la escollera. Tal vez por eso iba hacia las rocas.
Tal vez.
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