10/07/2019, 20:11
—S-sí —asintió Ranko, encogiéndose de hombros—.No llueve tanto. P-pero los árboles mantienen todo… ahm… fresco. Creo. E-es especialmente húmedo en… ahm… en lo profundo del bosque, creo. T-tal vez hoy es un día de suerte —añadió, alzando ella también la vista al cielo.
—Puede ser —sonrió Ayame.
Ella nunca había sido demasiado supersticiosa con el tema de la lluvia; y, desde luego, el día no había comenzado nada mal. Había conocido a una nueva kunoichi de Kusagakure, y de momento parecía bastante amigable. Sólo esperaba que el tiempo no le jugara una mala pasada a aquella primera impresión pero, después de tantos altibajos vividos, no podía permitirse bajar la guardia.
—¿Aotsuki-san? Di-dijo que venía por… P-por calabazas. ¿Ha-hasta Yachi? —preguntó Ranko, sacándola de sus pensamientos.
—¿Eh? ¡Ah, sí! —Ayame sacudió la cabeza, algo distraída y pateó una piedra cercana, haciéndola rebotar varias veces sobre la hierba—. Conozco a alguien que se dedica a la repostería en Amegakure, y las calabazas de Yachi son famosas por su sabor y su color, así que me ofrecí a llevarle algunas como un favor para que pudiera utilizarlas en sus pasteles. Espero que me invite a alguno a cambio —respondió al fin, con una carcajada—. ¿Qué te ha traído a ti hasta aquí, Ranko-san? —le devolvió la pregunta, curiosa.
Desde luego, algún motivo tenía que haber para hacer un viaje tan largo desde Kusagakure y adentrarse en otro país, ¿verdad?
—Puede ser —sonrió Ayame.
Ella nunca había sido demasiado supersticiosa con el tema de la lluvia; y, desde luego, el día no había comenzado nada mal. Había conocido a una nueva kunoichi de Kusagakure, y de momento parecía bastante amigable. Sólo esperaba que el tiempo no le jugara una mala pasada a aquella primera impresión pero, después de tantos altibajos vividos, no podía permitirse bajar la guardia.
—¿Aotsuki-san? Di-dijo que venía por… P-por calabazas. ¿Ha-hasta Yachi? —preguntó Ranko, sacándola de sus pensamientos.
—¿Eh? ¡Ah, sí! —Ayame sacudió la cabeza, algo distraída y pateó una piedra cercana, haciéndola rebotar varias veces sobre la hierba—. Conozco a alguien que se dedica a la repostería en Amegakure, y las calabazas de Yachi son famosas por su sabor y su color, así que me ofrecí a llevarle algunas como un favor para que pudiera utilizarlas en sus pasteles. Espero que me invite a alguno a cambio —respondió al fin, con una carcajada—. ¿Qué te ha traído a ti hasta aquí, Ranko-san? —le devolvió la pregunta, curiosa.
Desde luego, algún motivo tenía que haber para hacer un viaje tan largo desde Kusagakure y adentrarse en otro país, ¿verdad?