14/07/2019, 13:15
Al pasar frente a los otros puestos, Ranko se topó con Ken, y un instante después con Hikaru, quien no parecía haber tenido una buena experiencia en su puesto
—S-sólo me dijeron… Saben de Shaku-san, p-pero no dónde está… —Tuvo la impresión de que sus compañeros no habrían conseguido mucha información —. ¡A-ánimos, son sólo los primeros locales!
Esperaría a escuchar los comentarios del resto, si es que tenían alguno. Luego iría a por el siguiente local.
La cuarta forja estaba un poco más llena de gente, lo que hizo que Ranko dudara el doble al entrar. A diferencia del primer lugar, no le prestaron atención para nada, pues todos estaban muy ocupados o entregando y recibiendo pedidos, o martillando, o discutiendo diseños. La Kusajin se acercó a la primera persona que creyó que trabajaba allí.
—D-Dis… Disculpe…
—¿Sí? ¿Algún encargo?
—N-no… Bueno, yo bus… buscaba…
—¡Ah! Buscabas a alguien que te hiciera algún encargo, ¿Verdad? Claro, ¿Qué tipo de arma quieres?
—Ahm… Eh… N-no e-es eso…
—Oh, no quieres armas. ¿Qué artículo necesitas, entonces?
Ranko soltó un gritito de desesperación. Respiró hondo un par de veces.
—¡Akiyama! ¡Kaoto! ¡Shaku! —dijo, cerrando los ojos y hablando tan rápidamente como pudo.
El hombre hizo la cabeza ligeramente hacia atrás, como si entendiera algo de repente.
—¡Oh, claro! ¡Buscas herreros específicos! Bueno, pues debes de dejar de buscarlos, porque aquí podemos hacerte lo que necesites, a un módico precio.
La chica negó varias veces con la cabeza. Su morada parecía dar vueltas, como si le marease estar en es situación. "Cielos..m No va a ser tan fácil como Sarutobi-san dijo…"
—N-n-n-n-no. S-s-sólo quiero e-encontrar. Encontrarlos.
El hombre pasó sus dedos por su barba.
—No sé si sea buena idea enviar a un cliente con mi competencia. No sé, no sé~
Acto seguido, el hombre regresó a lo que había estado haciendo antes, e ignoró la presencia de Ranko a partir de entonces. La kunoichi no supo entonces cómo insistir, pues aunque el hombre no había sido maleducado, no parecía que fuese a dar su brazo a torcer. Salió del local, cabizbaja, pensando que en realidad cada cabeza era un mundo.
—S-sólo me dijeron… Saben de Shaku-san, p-pero no dónde está… —Tuvo la impresión de que sus compañeros no habrían conseguido mucha información —. ¡A-ánimos, son sólo los primeros locales!
Esperaría a escuchar los comentarios del resto, si es que tenían alguno. Luego iría a por el siguiente local.
La cuarta forja estaba un poco más llena de gente, lo que hizo que Ranko dudara el doble al entrar. A diferencia del primer lugar, no le prestaron atención para nada, pues todos estaban muy ocupados o entregando y recibiendo pedidos, o martillando, o discutiendo diseños. La Kusajin se acercó a la primera persona que creyó que trabajaba allí.
—D-Dis… Disculpe…
—¿Sí? ¿Algún encargo?
—N-no… Bueno, yo bus… buscaba…
—¡Ah! Buscabas a alguien que te hiciera algún encargo, ¿Verdad? Claro, ¿Qué tipo de arma quieres?
—Ahm… Eh… N-no e-es eso…
—Oh, no quieres armas. ¿Qué artículo necesitas, entonces?
Ranko soltó un gritito de desesperación. Respiró hondo un par de veces.
—¡Akiyama! ¡Kaoto! ¡Shaku! —dijo, cerrando los ojos y hablando tan rápidamente como pudo.
El hombre hizo la cabeza ligeramente hacia atrás, como si entendiera algo de repente.
—¡Oh, claro! ¡Buscas herreros específicos! Bueno, pues debes de dejar de buscarlos, porque aquí podemos hacerte lo que necesites, a un módico precio.
La chica negó varias veces con la cabeza. Su morada parecía dar vueltas, como si le marease estar en es situación. "Cielos..m No va a ser tan fácil como Sarutobi-san dijo…"
—N-n-n-n-no. S-s-sólo quiero e-encontrar. Encontrarlos.
El hombre pasó sus dedos por su barba.
—No sé si sea buena idea enviar a un cliente con mi competencia. No sé, no sé~
Acto seguido, el hombre regresó a lo que había estado haciendo antes, e ignoró la presencia de Ranko a partir de entonces. La kunoichi no supo entonces cómo insistir, pues aunque el hombre no había sido maleducado, no parecía que fuese a dar su brazo a torcer. Salió del local, cabizbaja, pensando que en realidad cada cabeza era un mundo.
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