15/07/2019, 04:07
Una cálida y húmeda brisa mecía los cultivos de los campos que la chica dejaba atrás al pasar, siendo este paisaje de espigas alargadas y cielo medio nublado el que le dio la bienvenida a la coqueta kunoichi. Tras esto, no tardaría en ver las primeras casas desperdigadas por el territorio, y si continuaba por el mismo camino varios minutos más, no tardaría en encontrarse dentro la parte más céntrica de aquella localidad.
Caminando entre las calles empedradas, ella no podría evitar notar que en cierto tramo de su recorrido iba apareciendo decoración festiva, con lámparas tradicionales y banderines que se alzaban sobre los tejados de esquina a esquina. Por ese mismo camino, también vería súbitamente un cúmulo de gente reunida frente a la entrada de un local, en tal cantidad que dificultaban el paso por aquella vía. Sobre la entrada del sitio, se apreciaba un llamativo cartel que cuya parte superior apenas se podía ver entre la muchedumbre:
Por su lado, el joven de La Lluvia ya dejaba atrás tanto los árboles como el ambiente de llovizna que trajo consigo desde su ahora lejano hogar. Sin embargo, el tiempo sobre la zona era aún nublado. Se enteró de la presencia de Minori cuando los claros entre los arboles se convirtieron en plantaciones de arroz.
—Buah… qué hambre.— Su inconsciente le jugó una mala pasada: sabía que estaba cerca y un rugido de su estómago le hostigaba a acelerar el paso.
A continuación, Kouji se adentró por las calles y pasó de largo sin apreciar demasiado la esmerada ornamentación dispuesta por todo ese sector del camino. Se movía hábilmente por aquel sitio y orientado únicamente por el saber… en su acepción más primitiva.
«Allí está…» A mitad de cuadra; así de lejos estaba de terminar su odisea y, por alguna razón, se tomó su tiempo para andar a paso tranquilo hacia su destino es último tramo. Se preparaba mentalmente para lo que vendría en los próximos minutos.
«…El reto de la tía Onome.»
Caminando entre las calles empedradas, ella no podría evitar notar que en cierto tramo de su recorrido iba apareciendo decoración festiva, con lámparas tradicionales y banderines que se alzaban sobre los tejados de esquina a esquina. Por ese mismo camino, también vería súbitamente un cúmulo de gente reunida frente a la entrada de un local, en tal cantidad que dificultaban el paso por aquella vía. Sobre la entrada del sitio, se apreciaba un llamativo cartel que cuya parte superior apenas se podía ver entre la muchedumbre:
El reto de la tía Onome
...
Por su lado, el joven de La Lluvia ya dejaba atrás tanto los árboles como el ambiente de llovizna que trajo consigo desde su ahora lejano hogar. Sin embargo, el tiempo sobre la zona era aún nublado. Se enteró de la presencia de Minori cuando los claros entre los arboles se convirtieron en plantaciones de arroz.
—Buah… qué hambre.— Su inconsciente le jugó una mala pasada: sabía que estaba cerca y un rugido de su estómago le hostigaba a acelerar el paso.
A continuación, Kouji se adentró por las calles y pasó de largo sin apreciar demasiado la esmerada ornamentación dispuesta por todo ese sector del camino. Se movía hábilmente por aquel sitio y orientado únicamente por el saber… en su acepción más primitiva.
«Allí está…» A mitad de cuadra; así de lejos estaba de terminar su odisea y, por alguna razón, se tomó su tiempo para andar a paso tranquilo hacia su destino es último tramo. Se preparaba mentalmente para lo que vendría en los próximos minutos.
«…El reto de la tía Onome.»
— Hablo « Pienso »
LightSteelBlue
LightSteelBlue