17/11/2015, 16:13
La de Taki hizo un pequeño inciso a la declarción del enemigo como bandido y la verdad es que si te detenías a pensarlo casi que llevaba razón, las dos chicas se habían agenciado la propiedad de una carta sin estar seguros de quién era su destinatario... tal y como harían un par de bandidos. Lo que en esta ocasión había derivado en aquella situación tan poco agradable, al menos para la peliblanca, pues la rubia parecía estar casi disfrutando de que el combate estuviese apunto de sobrevenirse sobre ambas.
Noemi, lejos de achantarse ante las amenzas del extraño, hizo una bola con la carta y se la lanzó al tiempo que le lanzaba un interrogante bastante desafiante.
El gesto no sentó demasiado bien al recién llegado que apretó los puños furiosamente, al tiempo que respondía a la provocación
—¡¿Cómo os atreveís a tratar así las palabras que mi amada Kagome ha dedicado hacia mí?!— el tipo levantó el manto que le cubría lanzándolo sobre el hombro izquierdo, dejando al descubierto una espada que descansaba enfundada en su cadera —¡Debería acabar con vosotros aquí mismo!—
La cosa se estaba calentando bastante, de hecho parecía que la disputa era imposible de evitar. Aún así la peliblanca se armó de valor para tratar de intervenir antes de que su compañera interviniese de nuevo pues si seguía con aquel tono la confrontación sería casi inevitable
—¡Por favor disculpenos!— comenzó la joven que dio unos pasos al frente con decisión —¡No pretendíamos ofenderle!— la chica una vez más elevó las manos demostrando que no estaba armada, en el fondo no era más que un engaño pues un Hyuga siempre esta armado... sus manos son sus armas —Encontré la paloma por accidente y ví que tenía una carta, sé que actué mal y no me excusaré por ello... mi amiga solo trataba de protegerme— la Hyuga bajo las manos lentamente —Me disculpo solemnemente, por favor perdoneme— la chica hizo una pequeña reverencia que sostuvo durante unos instantes.
El ofendido pareció entrar en razón y volvió a dejar caer su capa para cubrir su arma.
—Está bien, acepto vuestras disculpas muchachos— dijo el tipo mientras se quitaba la capucha, dejando a la luz del día su rostro. En apariencia parecía ser bastante joven, sin embargo sobre su cabeza reinaba una prominente calva rodeada por algún que otro matojo de pelo negro. Al parecer la alopecía le había atacado muy pronto —No quisiera ofenderos caballeros, pero teneís las voces más femeninas que jamás he escuchado de boca de dos hombres—
Aquel comentario descolocó a la peliblanca que no supo que contestar, ¿de verdad no se había dado cuenta de que eran dos jóvenes las que tenía frente a él? ¿Cómo diablos?
Noemi, lejos de achantarse ante las amenzas del extraño, hizo una bola con la carta y se la lanzó al tiempo que le lanzaba un interrogante bastante desafiante.
El gesto no sentó demasiado bien al recién llegado que apretó los puños furiosamente, al tiempo que respondía a la provocación
—¡¿Cómo os atreveís a tratar así las palabras que mi amada Kagome ha dedicado hacia mí?!— el tipo levantó el manto que le cubría lanzándolo sobre el hombro izquierdo, dejando al descubierto una espada que descansaba enfundada en su cadera —¡Debería acabar con vosotros aquí mismo!—
La cosa se estaba calentando bastante, de hecho parecía que la disputa era imposible de evitar. Aún así la peliblanca se armó de valor para tratar de intervenir antes de que su compañera interviniese de nuevo pues si seguía con aquel tono la confrontación sería casi inevitable
—¡Por favor disculpenos!— comenzó la joven que dio unos pasos al frente con decisión —¡No pretendíamos ofenderle!— la chica una vez más elevó las manos demostrando que no estaba armada, en el fondo no era más que un engaño pues un Hyuga siempre esta armado... sus manos son sus armas —Encontré la paloma por accidente y ví que tenía una carta, sé que actué mal y no me excusaré por ello... mi amiga solo trataba de protegerme— la Hyuga bajo las manos lentamente —Me disculpo solemnemente, por favor perdoneme— la chica hizo una pequeña reverencia que sostuvo durante unos instantes.
El ofendido pareció entrar en razón y volvió a dejar caer su capa para cubrir su arma.
—Está bien, acepto vuestras disculpas muchachos— dijo el tipo mientras se quitaba la capucha, dejando a la luz del día su rostro. En apariencia parecía ser bastante joven, sin embargo sobre su cabeza reinaba una prominente calva rodeada por algún que otro matojo de pelo negro. Al parecer la alopecía le había atacado muy pronto —No quisiera ofenderos caballeros, pero teneís las voces más femeninas que jamás he escuchado de boca de dos hombres—
Aquel comentario descolocó a la peliblanca que no supo que contestar, ¿de verdad no se había dado cuenta de que eran dos jóvenes las que tenía frente a él? ¿Cómo diablos?