18/11/2015, 01:22
(Última modificación: 18/11/2015, 01:23 por Uchiha Datsue.)
— ¿Acaso te crees que vas a volver a casa después de que cobremos el dinero?
Datsue frunció el ceño, al darse cuenta de su garrafal error: ante sí tenía a una chica dura, y las chicas duras no se dejaban influenciar por la dialéctica ni por razonamientos elaborados, probablemente porque son tan duras de mollera que, sencillamente, no los entienden. No, las chicas duras tan sólo cambian de opinión ante palabras duras, dichas por hombres todavía más duros. O, mejor que palabras, hechos.
—¿Acaso te crees que vas a cobrar una recompensa por un cadáver? —preguntó, que pese haber desistido en su plan inicial, necesitaba ganar algo de tiempo para pensar en otro. Sus ojos se tiñeron del color de la sangre, y un aspa adornó su pupila—. Te estoy diciendo que si me pones la mano encima, yo mismo me rajaré el cuello.
Su sharingan vio como cada vez se acercaban más y más, estrechando el cerco. Giraba la cabeza a uno y otro lado, intentando adivinar quién sería el primero en atreverse. Pero aquellos hombres se acercaban como uno, en una sincronización perfecta.
“Atacar como uno sólo… La gente dice que esa táctica tan sólo tiene ventajas, pero yo acabo de descubrir un pequeño fallo. Si atacan como un solo hombre, también recibirán los golpes como uno solo”.
Sí, su plan no era perfecto, pero era lo que había. En aquellos casos más valía ser realista.
Apartó el lápiz del cuello y se lo colocó en la oreja de un grácil movimiento. Luego, saltó sobre la silla y, nada más apoyar el pie en ella, saltó sobre la mesa. La mesa en la que tendría que haber estado comiendo en aquellos instantes, y no jugándose la vida ante unos matones.
“Acercaos un poco más, sólo un poco más…” pensó, mientras se agachaba ligeramente y formaba un sello con las manos.
Datsue frunció el ceño, al darse cuenta de su garrafal error: ante sí tenía a una chica dura, y las chicas duras no se dejaban influenciar por la dialéctica ni por razonamientos elaborados, probablemente porque son tan duras de mollera que, sencillamente, no los entienden. No, las chicas duras tan sólo cambian de opinión ante palabras duras, dichas por hombres todavía más duros. O, mejor que palabras, hechos.
—¿Acaso te crees que vas a cobrar una recompensa por un cadáver? —preguntó, que pese haber desistido en su plan inicial, necesitaba ganar algo de tiempo para pensar en otro. Sus ojos se tiñeron del color de la sangre, y un aspa adornó su pupila—. Te estoy diciendo que si me pones la mano encima, yo mismo me rajaré el cuello.
Su sharingan vio como cada vez se acercaban más y más, estrechando el cerco. Giraba la cabeza a uno y otro lado, intentando adivinar quién sería el primero en atreverse. Pero aquellos hombres se acercaban como uno, en una sincronización perfecta.
“Atacar como uno sólo… La gente dice que esa táctica tan sólo tiene ventajas, pero yo acabo de descubrir un pequeño fallo. Si atacan como un solo hombre, también recibirán los golpes como uno solo”.
Sí, su plan no era perfecto, pero era lo que había. En aquellos casos más valía ser realista.
Apartó el lápiz del cuello y se lo colocó en la oreja de un grácil movimiento. Luego, saltó sobre la silla y, nada más apoyar el pie en ella, saltó sobre la mesa. La mesa en la que tendría que haber estado comiendo en aquellos instantes, y no jugándose la vida ante unos matones.
“Acercaos un poco más, sólo un poco más…” pensó, mientras se agachaba ligeramente y formaba un sello con las manos.